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Geografías de Martin Amis

Por 24 de mayo de 2023 mayo 26th, 2023 Sin comentarios

Jesús Ferrero

Muy a menudo, Martin Amis supo conjugar la sagacidad, la velocidad y la penetración, comportándose como un ave rapaz de la literatura. La aceleración que imprimía a sus textos, cuando trataba ciertas materias, no le impedía ahondar y atravesar el objeto de observación, con elegante ironía e incisiva mordacidad. La vida de Amis fue pródiga en glorias y desastres. Arrogante como su padre, si bien de ideología opuesta, chocó múltiples veces contra su progenitor y mantuvieron una guerra tan cruda como sarcástica hasta que el señor Kingsley Amis dijo adiós a la vida. Fue entonces cuando Martin Amis se sintió poseído por la gravedad y Julian Barnes empezó a decir que estaba madurando. Cuentan que para Martin supuso la segunda revelación de la muerte, de la primera nos informa sobradamente en su novela La información, donde reflexiona sobre algo que nos ocurre a todos, pero que pocos han sabido explicar con la claridad y con la precisión de Martin Amis. Recuerdo que cuando tenía 26 años y pasaba las noches enteras estudiando, me sobrecogía la certeza de que éramos seres para la muerte y de que estaba destinado a morir. Esa evidencia, de naturaleza aplastante, llegaba a mí como una extraña información: la misma sobre la que versa la mentada obra de Amis, que como novelista ha sido un autor de fortuna variable y muy variado en sus temas, de forma que se hace difícil establecer las verdaderas coordenadas de su “poética”. No se parece a su oponente Julian Barnes, que pertenece a la raza de los que siempre están escribiendo la misma novela, y que quizá por eso son bien valorados por la crítica, que puede fácilmente enjuiciarlos por el efecto repetición de sus creaciones. Amis se arriesgaba mucho más, a veces para bien, y a veces para mal. Amis se la jugaba en cada novela, y era de los que se atrevían con cualquier tema. Poseía una gran capacidad para adentrarse en otras culturas, era camaleónico, inventivo, solvente y audaz. No veo a Barnes con agallas para hacer uno novela sobre Stalin o sobre rusos, pero Amis se adentro dos veces en ese territorio, la primera con gran acierto, y la segunda con menos. Los novelistas de la tribu camaleónica entran en cualquier cultura con alegre desenvoltura, aunque a veces caigan en errores de bulto. Pero en errores peores se puede caer cuando uno se empeña en escribir siempre el mismo relato. ¿O no es un gran error pasar toda la vida encerrado en un cuarto con único juguete?

A menudo la crítica se cebaba con Amis de tal manera que tenía que irse de Inglaterra: la última vez que le pasó fue a raíz de la publicación de El perro amarillo. Harto de tanta pedrada sin control, se fue a pasar una larga temporada a Uruguay con su familia. Obró muy cuerdamente, la distancia es la mejor medicina contra los dolores del alma y las atronadoras descargas de los pistoleros a sueldo.

Martin Amis alternó durante toda su vida su labor de novelista con el periodismo. Juraría que en periodismo su verdadero maestro fue Tom Wolfe, pero ¿a quién le extraña? Wolf ha sido el maestro de todos los que han querido hacer un periodismo nuevo y brillante. Otra de sus característica es que Amis siempre supo pasar, con envidiable agilidad, de la alta cultura a la cultura popular, y con frecuencia fue luminoso y lacerante. El retrato que hizo en su momento de Madonna es impagable, como el que hizo de Vera Nabocov.

El último libro que he leído de Amis es El roce del tiempo. En la edición de Anagrama definen como ensayos los textos del libro. Honestamente creo que calificar de ensayos los escritos de El roce del tiempo es inadecuado, pues en realidad se trata de crónicas de época al estilo de las de Fitzgerald (o del ya mentado Wolfe), en las que Amis aborda temas que ya trató anteriormente, junto a otros inéditos en su carrera. A Nabocov, a Bellow, a Burgess a James, a Ballard, a DeLillo, a Updike ya los había visitado en otras ocasiones, y vuelve a ellos como quien restaura una vieja amistad. Los considero los textos más valiosos y aconsejo leerlos, porque nos hallamos ante exploraciones muy penetrantes que iluminan las sombras de nuestra época y atraviesan las vidas y las obras de escritores fundamentales, si bien no siempre debidamente analizados por los expertos en “alta cultura”; me refiero sobre todo a Burgess y a Ballard. También son de gran interés los escritos referidos al populismo americano y a sus diferentes subculturas más o menos pornográficas. Las crónicas que abordan la sociedad inglesa tienen menos vinagre, pero no menos ironía. Ya insinué antes que una de las características del efecto Amis es que sabe combinar, con fluidez y elegancia, la distancia casi brechtiana ante el objeto de observación con la pasión narrativa, convirtiendo sus crónicas, sus relatos y sus ensayos en obras donde la hondura nunca está reñida con la frescura.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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