Jesús Ferrero
Estábamos una tarde en Cambridge
drogándonos con Wittgenstein
y apareció un cuervo más negro
que la bilis de Baudelaire.
Entró como un ciclón
por el ventanal abierto
y nos miró como a reos que van a ser ajusticiados.
Entonces Wittgenstein dijo:
«Cuando los cuervos de Poe entran en los aposentos
hay que pensar en la muerte,
que es siempre
un regreso al ayer.
Pero el que teme la muerte
como ahora la estáis temiendo
es porque ha llevado
una falsa vida
o aún está por nacer».
Wittgenstein se quedó en silencio:
el pájaro desapareció
como una alucinación de la mente
y volvió a nosotros la risa
y sentí el presente en la piel.
Estábamos una tarde en Cambridge
drogándonos con Wittgenstein.