Jean-François Fogel
Hasta ahora, Hugo Chávez Frías, presidente de la república bolivariana de Venezuela, se ha dedicado a duplicar la historia de Fidel Castro Ruz, líder en convalecencia de la república de Cuba. Hasta tal punto que se puede hablar del uno y del otro tal como Salvador Dalí hablaba de Pablo Picasso en Madrid: «Picasso es espanol, yo también; Picasso es pintor, yo también; Picasso es comunista, yo tam(poco, decía el orador provocando un fugitivo susto en una audiencia franquista).
Con Chávez no hay espacio para un tampoco cuando de Fidel se trata.
Fidel nace en el campo, Hugo también
Fidel es un golpista fracasado, Hugo también
Fidel pasó un tiempo en la cárcel, Hugo también
Fidel tuvo que resistir a un desembarco, Hugo superó un cuartelazo
Fidel se interesó por la capacidad nuclear de la Unión Soviética, Hugo por la de Irán
Fidel transformó su aparición en Naciones Unidas en un show, Hugo también
Fidel habló en Harlem durante su visita a Nueva York, Hugo también
Desde la salida de Hugo Chávez de la cárcel, en 1994, y su recibimiento en La Habana con tratamiento de jefe de estado, se podía adivinar un doble movimiento: una apuesta de Fidel sobre Hugo y una semblanza política voluntaria promovida por Hugo para parecerse a Fidel.
Lo nuevo, que va más allá de los dos hombres, es una noticia con una empresa norteamericana como protagonista. El Nuevo Herald la pone en su sección de América Latina; El País la ubica en su seccion de economía. No importa, se trata de la misma historia: la de Fidel y Hugo. Una firma gringa, 7-eleven, toma represalias contra intereses económicos venezolanos por motivos políticos. Se trata de una gotita de petróleo en un océano de intercambios. Pero es el primer movimiento de un baile que ya nos entregó la Historia a principios de los años sesenta. Entonces, Cuba se alejó de EE. UU. y se discute todavía si fue por culpa de Fidel o por torpeza gringa. ¿Se repite la Historia?