Jean-François Fogel
Pedro Páramo tiene ropa nueva, dice el crítico Pierre Assouline en su blog literario. La ropa nueva es una nueva traducción al francés, por Gabriel Laculli, de la novela de Juan Rulfo. La publica la casa Gallimard en su colección Du monde entier aprovechando el cincuentenario de la obra. La novela tiene como tapa una de las fotografías que tomó Rulfo. Se ve la calle vacía de un pueblo aplastado por el sol. Es una fotografía del vacío: cielo inmenso, pavimento desierto, unas siluetas perdidas. Como siempre con Rulfo se adivina que hay fuerzas que rigen el mundo. No se ven, pero allí están y lo sabemos todos.
En un mail, Gustavo Guerrero, que atiende el sector hispanoamericano en Gallimard, me recuerda que su editorial no se demoró en publicar la novela. Roger Caillois, entonces director de la colección La Croix du Sud, “se interesa en la novela prácticamente desde el momento de su aparición, inicia la negociación de los derechos en 1957 y concluye el contrato de edición en abril de 1958. Traducida por Roger Lescot, en un volumen que comprende además tres cuentos de El Llano en llamas (“Luvina”, “Anacleto Morones” y el propio “El Llano en llamas”), Pedro Páramo sale de la imprenta el 6 de enero de 1959 y lleva el n°21 de La Croix du Sud”.
¿Qué pasó después? Nada, o más bien lo que dice Assouline “a los clásicos, hay que retraducirlos cada veinte años”. Aún más a este primer Pedro Páramo que fue modificado por su autor y rescatado en una verdadera operación de cirugía filológica. En 2001 con la ayuda de su traductor, Gabriel Laculli, y el apoyo de una introducción firmada por J.M.G. Le Clezio, Gallimard consiguió promover entre los críticos de la prensa francesa una nueva traducción el El Llano en llamas del mismo Rulfo. Le Clezio es un autor de la casa Gallimard, influye en su comité editorial, pero tiene fama de “honestidad literaria” para decirlo de manera brutal. Su prólogo “resultó importantísimo para la recepción del libro en Francia”, reconoce Guerrero. Apoyándose en el éxito del rescate del libro de cuentos, ahora Gallimard pasa a la novela.
Claro que no puedo decir nada sobre la calidad de la traducción. Las traducciones no se hacen para los lectores que leen en ambos idiomas. Todavía me gusta más Rulfo en español. Pero como francés, y después de leer esa nueva traducción de un tirón, puedo explicar lo que ubica la obra de Rulfo en un lugar especial del mundo hispanoamericano. Son dos cosas. La primera es la calidad de sus diálogos. Hasta Rulfo, algo retórico en el castellano, hacía pensar que era imposible sacar diálogos tan fluidos en español como en inglés. Rulfo demostró lo contrario: sus diálogos aceleran la narración. Segundo punto: su prosa tiene la potencia de una expresión directa, moderna, que a mi parecer solo dos escritores consiguieron antes de la explosión del “Boom”: Juan Rulfo y el Onetti cuentista. Es la escritura que va, sin perderse en el camino, la escritura de la novela moderna.