Jean-François Fogel
Ocurrió hoy, lunes 6 de noviembre, en París, algo inverosímil: Jonathan Littell consiguió un segundo premio literario por su novela Les Bienveillantes. Primera vuelta: siete voces a favor, tres para otros libros. Ya el 26 de octubre, Littell había conseguido el Grand Prix du Roman de l’Académie Française, otro de los seis grandes premios literarios.
Como escribí varios posts sobre la novela solo voy a hablar del premio, o mejor dicho de los premios. Tenemos con este Goncourt un síntoma fuerte de la total decadencia del sistema de los premios en Francia. La calidad de la novela no tiene nada que ver en esto. Se trata de premios literarios. El sistema de los premios, en Francia, era hasta ahora el reparto de un botín, manejado por jurados, entre casas editoriales. En el sistema de reparto, un autor solo tenía un premio.
Ya no hay reparto, sino acumulación, en este caso para Gallimard, el editor de Littell. Vivimos un evento fuera de las normas. El libro de Littell es enorme (más de 900 páginas) y los compradores lo leen. Esto quiere decir que su éxito destroza en este momento el negocio para todos los otros escritores. Es un tiempo de sequía comercial total para las casas editoriales, un tiempo que se prolongará: el primer semestre del 2007 está dedicado a las elecciones presidenciales y generales. Es el peor momento para las librerías pues los franceses se dedican a mirar los debates políticos.
El colmo del episodio es su fecha: menos de una semana después de la publicación de los diarios de Jacques Brenner, uno de los editores de la casa editorial Grasset y jurado del premio Renaudot. Brenner, quien murió hace cinco años, cuenta en detalle los arreglos y negociaciones entre editores para repartir casi todos los premios entre los tiburones grandes: Gallimard, Grasset, Le Seuil y Albin Michel. Su libro (Journal Tome V, editorial Fayard) cuenta con detalles lo que occurrió desde 1980 hasta 1993. Narra la historia de lo que, con el doble gallardón de Littell, está ya en plena agonía.