Jean-François Fogel
“La zona de combate para los editores es la mesa de novedades en la librería del Corte inglés” me dijo una vez un novelista español. Siguiendo la misma lógica, la zona de combate en EE UU es la mesa de Barnes and Nobles que monopoliza el negocio en el mundo real sin sobrepasar a Amazon en el mundo virtual. O, mejor dicho, las mesas en un país con un comercio sin límites. Aprovechando una visita rapidísima a Nueva York, fue a la zona del máximo combate: el Barnes and Noble de Union Square, en el norte de la plaza.
Cuatro plantas, un edificio enorme de ladrillos y vidrios grandes. No hay B and N más amplio. Por supuesto, no hay una mesa sino mesas, como barricadas frente al cliente. Su contenido dice mucho sobre el estado del negocio de los libros al nivel mundial. Los agentes, los grandes contratos están en EE UU. Y en EE UU no entra otra literatura que la anglo-sajona según la muestra. Aquí van mis notas:
Mesa uno. Más bien una pequeña isla con ochos lados. “Nueva no-ficción”; 42 libros. Hay de todo incluyendo un relato sobre la vida después de la muerte. Presencia de fuera: una historia del idioma francés (escrita por un norte-americano); Ghosts of Spain (Fantasmas de España) el libro-investigación,-historia de Giles Tremlett, corresponsal de The Guardian en Madrid, y El telón de Milan Kundera, un libro sobre la literatura escrito en francés por el novelista exiliado desde Praga.
Mesa dos. “Nueva ficción”; 68 libros. Mezcla de grandes, como Colm Tóibín, y de populares, como Michael Crichton. Varios libros de Alice Munro. Un latino: Daniel Alarcón, uno de los editores de la revista peruana Etiqueta negra. Pero su Lost City Radio fue escrito directamente en inglés. En la contratapa, Tóibín dice que es una obra genial. Compro el libro genial (es el peligro de una encuesta como ésta: se gasta plata).
Mesa tres. “Biografías”; 69 libros. Se parece a una fiesta que admite a todos. Aquí se cuenta la vida de Houdini, el mago, al lado de la de Foujita, el pintor o de Ingrid Bergman. Fuerte presencia de escritores: Goethe, Robert Stone, Gore Vidal, Beatrix Potter, John Osborne y el matrimonio Plath-Hughes. Única presencia del mundo iberoamericano: Toussaint Louverture (y no sé si Haití pertenece al mundo iberoamericano).
Mesa cuatro. “Quién lo sabe”; 74 libros. Pasamos al mundo de los libros de bolsillo. Muy pocas tapas duras para decir todo sobre la aspirina, el tango, la ciudad o la fiebre amarilla. Se ve muy bien el libro sobre la sal de Mark Kurlanski, autor de una obra sobre el bacalao y otra sobre una historia vasca del mundo.
Mesa cinco. “Favoritos de los lectores en tapa dura”; 68 libros. Philip Roth, Margaret Atwood, Richard Ford y Munro otra vez: no sé de dónde salen estos favoritos ¿de Internet? Presencia sumamente tímida de escritores de fuera: un libro de cuentos de Haruki Murakami, para Japón, la última novela de Irène Nimérovsky para Francia y Ensayo sobre la ceguera de José Saramago para Portugal. Se añaden dos casos insólitos: La bella figura de Beppe Severgnini, que mantiene su título italiano al traducir al inglés su ensayo sobre la mente italiana, y un libro de Ngugi Wa Thiong’o, que viene de Kenia, da cursos en la Universidad de Irvine en California y no renunció al idioma guikuyu al momento de escribir, aunque se traduce a sí mismo al inglés.
La mesa seis es “la cocina”, la mesa siete es dedicada a la “inversión financiera personal” y la mesa ocho a “rejuvenecer”. En la nueve llegamos al “mes de la historia africana-americana” con Malcom X, Martin Luther King, y la derrota del Ku-Klux-Klan, claro. Es una derrota comercial (no hay nadie) consumida desde la mesa cinco, pues los clientes ya subieron a las otras plantas o se fueron a la área de música. El partido, disputado alrededor de 321 libros, da un resultado definitivo: seis traducciones y una presencia muy remota del resto del mundo. La capital de la edición es un baluarte sin vía de acceso para los europeos y los latinos.