Jean-François Fogel
Se trata de una noticia mala, mala para la prensa que no va a tocar mucho esta información: la publicación del informe El precio del silencio sobre los abusos de la publicidad oficial en América Latina. Como lo dice un periodista colombiano citado en el informe: "Uno no va a sacar información en contra de quien le da la pauta… uno no va a morder la mano que le está dando de comer." En otras palabras, un gobierno nacional o local puede influir en el contenido de un medio al controlar una parte significativa de su ingreso publicitario o del ingreso personal de un periodista. Es algo muy conocido en América Latina pero que cobra una fuerza especial al leer una investigación realizada en siete países: Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, Perú y Uruguay.
El informe fue elaborado en conjunto por la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), con sede en Buenos Aires, y la Iniciativa Pro-Justicia de la Sociedad Abierta (Open Society) de George Soros. El texto está disponible tanto en inglés como en español en el sitio de Justice initiative y lo que cuenta es la interferencia "tras bambalinas" que ejercen los gobiernos sobre la libertad de expresión y la independencia editorial de los medios de comunicación y los periodistas. Para estos últimos es una situación bien conocida, con un manejo imposible, pues para muchas empresas cobrar de un gobierno corresponde a la única manera de eludir una quiebra.
Tal como se lee, el informe es el golpe más demoledor que pueden recibir los periodistas latinos. Pero también es una sana visión de la realidad. No se puede hablar de libertad de información sin independencia económica. Todos los discursos sobre la libertad de la prensa tienen que empezar por este punto de salida. Los gastos publicitarios que no corresponden a la racionalidad tapan en la mayoría de los casos una subvención. No vale la pena entrar en la denuncia de un medio específico sino notar que lo interesante es, de manera global, la falta de transparencia en el proceso de toma de decisión de un gasto publicitario en todos estos países. Para la prensa, esta es la mala noticia, es la manera definitiva de abrir la puerta a las sospechas de las audiencias.