Jean-François Fogel
Hay que rematar el tema: ayer hablé del caso Littell como algo inverosímil. La enorme (900 páginas) novela del autor americano podía conseguir cualquiera de los seis premios literarios más importantes de Francia. Hoy, el caso parece cerrado: Littell consiguió el Grand Prix de l’Académie Française. El jurado estuvo encerrado más de lo normal. Quizás lo más difícil no era elegir el ganador del galardón; más bien, era desafiar a los otros jurados. Todos apuntaban a la novela de Littell como herramienta para demostrar la influencia de su premio sobre las ventas. Por esta razón, no se puede descartar otro premio para Littell, pues ningún jurado tiene la obligación de enterarse de lo que pasó en la vieja Academia.
Como se trata de un negocio, me pareció bien que otra noticia llegara de manera casi simultánea: HarperCollins compró los derechos de traducción para EE. UU. Y Chatto & Windus hizo lo mismo para el Reino Unido. Vienen traducciones en un sin fin de idiomas. Caso cerrado con cerradura de plata.
EE. UU. – AMÉRICA LATINA, CASO ABIERTO
En el rio, más bien en el caudal de la información, es difícil sacar los hechos sobresalientes sin equivocarse. Pasión, perjuicios, ignorancia, son los factores comunes de nuestra ceguera. Pero hoy, el error no es posible. La firma de George W. Bush en la parte inferior del texto que crea un muro entre EE. UU y México pertenece a los hechos sobresalientes de la Historia. El presidente electo de México, Felipe Calderón, no se equivoca al hablar del muro de Berlín: a largo plazo, su derrumbe fue el símbolo de la derrota del campo socialista.
No me gusta escribir de manera solemne pero vale la pena recordar que el país que más ayuda recibe de EE. UU. fuera de Oriente próximo es Colombia. Lo sabemos, se trata sobre todo de una ayuda militar que, tanto como el muro, corresponde a una decisión dudosa de Washington. El contraste convierte a Bush en el peor presidente para el diálogo interamericano: un muro en contra de las espaldas mojadas de México y un flujo de dinero a favor de un ejército cuya acción provoca malestar, tal como lo escriben el Washington Post en inglés o la agencia Associated Press en castellano. Sería muy fácil -quizás lo haré en este blog– demostrar que nunca la relación fue tan mala entre los americanos del norte y del sur (mucho peor que en la época de la famosa visita del vicepresidente Nixon en 1952). Basta decir esto: hoy, con este muro, somos testigos de una catástrofe política. En medio del auge de un nuevo populismo en América Latina, Bush 43 (el presidente 41 era el padre) reparte pan caliente a sus enemigos.