Jean-François Fogel
Pregunta de un amigo colombiano: ¿Qué pasa con Houellebecq?
Respuesta en línea: el novelista tiene su sitio (http://www.houellebecq.info/). Claro que a pesar de la cantidad de información que se encuentra allá, el autor francés que más fama tiene fuera de Francia no dice lo esencial: desde unas semanas camina a destiempo.
Michel Houellebecq es el único novelista francés cuyos libros consiguen reseñas en la prensa del mundo entero, incluyendo al The New York Review of Books. Machaca un tema único: vivimos la fase final de la evolución de la humanidad. La ciencia, la moral, la historia y el cansancio de la humanidad definen el ser humano como una especie amenazada que debe extinguirse, temprano más que tarde. Con la publicación de su última obra, La posibilidad de una isla, todo parecía atado, y bien atado: Houellebecq debía conseguir el premio Goncourt, galardón y catarsis de su dominio absoluto sobre la vida literaria tal como la cuenta la prensa francesa.
Muy pocas redacciones tenían las galeradas de la novela, lo que parecía ser la prueba definitiva del control de la operación por su nueva casa editorial, Fayard. En la ausencia del texto, gran parte de la prensa se dedicó a una búsqueda vergonzante de cualquier dato sobre el escritor: testimonios de su ex esposa, rumores sobre sus paraderos (se mudó de Irlanda a España), análisis semiológico de su vestido, estimación del adelanto pagado por el editor (se rumoreaba 1,4 millones de euros).
El crítico Angelo Rinaldi no tenía las galeradas pero consiguió leerlas y, en el momento de destrozar la obra en Le Figaro Littéraire, afirmó que había encontrado su ejemplar en el banco de un parque del barrio de République. Unas manchas de aceite en el papel, decía, era la prueba de una lectura anterior por un empleado encargado de las papas fritas en un restaurante de comida rápida… No hay que abandonar aquella imagen de una comida apresurada y excesiva: la opinión se cansó de un autor presente en todas partes aunque su libro todavía no estaba en las librerías. En unas semanas, a pesar de ser un maestro de la comunicación, ya el novelista no sabía como explicar su ausencia en el primer rango de las ventas. Le roman des Jardín (La novela de los jardines) una novela de Pascal Jardin sobre su familia, se vendía más con la gentileza de su autor.
El principio es el mismo en todos los países: el que sube, baja. El premio Goncourt se fue para François Weyergans por su novela Trois jours chez ma mère (Tres días en casa de mi madre). Es cierto: con Jardin y Weyergans, la literatura francesa es muy familiar este otoño. Houellebecq, que tanto cuida su imagen de desesperado de la vida postmoderna, es ahora una posible post- gloria. No se puede negar que conoce su oficio de escritor, pero le costará recuperar el rumbo de los últimos años y borrar su mala suerte en el Goncourt: salió solo y llegó derrotado.