Jean-François Fogel
Con la publicación de veintidós poemas inéditos empieza la celebración del cincuentenario de Juan Ramón Jiménez. No sé si el acontecimiento habría sido tan feliz para un hombre que al tercer día de recibir la noticia de su Premio Nobel perdió a su esposa Zenobia y se recluyó en sí mismo esperando su muerte. Por lo menos, con Ellos podemos volver a Juan Ramón Jiménez, a la transparencia de su escritura. Como le tengo un especial cariño voy a añadir unos versos a los poemas del maestro, un haiku:
Está el árbol en flor
y la noche le quita, cada día,
la mitad de las flores.
No hay tantos premios nobel cuya obra está originalmente escrita en castellano y puede sorprender que por lo menos uno, que vivió entre España y Puerto Rico, intentó utilizar aquella forma japonesa de la poesía que se escribe en todos los idiomas y la verdad es que funciona siempre. Prueba de esto: los maestros japoneses del haiku aguantan muy bien la traducción. (Hay que acordarse de la definición de su oficio que hizo el poeta Robert Frost, quien nunca escribió un haiku: “la poesía es lo que se quita en la traducción”).
El haiku es un poema breve de tres versos. Casi siempre cuentan respectivamente cinco, siete y cinco sílabas. Juan Ramón Jiménez se extendió de manera considerable con una versión de siete, once y siete sílabas, pero respetó el espíritu y la ambición limitada del haiku: se trata de contar una sensación percibida en un lugar, en el momento preciso en que a uno le viene. La espontaneidad es fundamental, lo aprendí al dedicarme durante días a escribir haikus en inglés para ganar un concurso. Creo que fue para la sección de libros del sitio en Internet del Guardian. El vencedor recibía nada menos que la colección completa de los libros de poesía publicados por Penguin. A pesar de esfuerzos continuos (solo se podía mandar un haiku por día) fui derrotado, justamente derrotado. Uno no puede pedir o pedirse a sí mismo un haiku, con ánimo de lucro literario. El haiku viene o no viene, pero no viene como el periódico, cada día. Tiene la fragancia fugitiva del instante.
Los hispanohablantes pueden sentir la necesidad de escribir haikus. La página Los mejores haikus en la red, que no es el lugar mejor ordenado de la red, propone entre otras cosas un enlace que se llama «deja tu mensaje» para acceder a un «libro de visitas». Es un ciberlugar donde se ingresan haikus con una continuidad que me pone feliz al comprobar nuevas entregas. Existen por lo menos algunas personas que no ven su día como una serie de anuncios comerciales. La verdad es que visito aquella página mucho más que El rincón del haiku, buen sitio que quizás llegará a ser lo que promete su nombre. Tiene una arquitectura prometedora, pero todavía le faltan contenidos, aunque propone dos haikus de Juan Ramón Jiménez y, entre otros, uno de Jorge Luis Borges que se puede leer como un autorretrato o una evaluación del futuro de aquella forma poética:
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.