Jean-François Fogel
Largo e inteligente artículo del novelista Jay McInerney en la revista New York Magazine sobre la muerte de la idea del «Upper East Side» en Nueva York (el barrio oeste de Manhattan, más o menos entre las calles setenta y cien). McInerney habla un poco del precio de la vivienda en la gran manzana. Habla también de los ritos de las tribus urbanas. Al final, habla de literatura, pues es muy fácil ubicar a Edith Wharton, Scott Fitzgerald, Truman Capote, Allen Ginsberg y, por supuesto, al propio Jay McInerney detrás de cada barrio y de la manera de desplegar el dinero y el poder.
Una gran parte de la literatura europea de comienzos del siglo veinte cuenta la lucha visible sobre las propiedades inmobiliarias entre la burguesía en alza y la aristocracia agotada. Proust en París y Josep María de Sagarra en Barcelona, por citar dos ejemplos cercanos. Lo que me impresiona de Nueva York es la velocidad del fenómeno. Subidas y bajadas tan rápidas que el cambio se ve y se escribe con precios.
Nunca hice caso a McInerney; me parecía un autor de moda como David Leavitt o Tamma Janowitz, y al final veo que hace lo mismo que sus antepasados literarios: cuenta su mundo y las emociones de sus habitantes. Me equivoqué sobre él. Es cierto que había algo en su novela Bright Lights, Big City (malísima traducción al castellano: Luces de neón, se pierde la metrópolis). Este post es una fe de errores hacia mí mismo.
Otra fe de errores, para los lectores: al final, Jonathan Littell no soporta la campaña de rumores en contra de su novela Les bienveillantes. Me enteré de que, al contrario de lo que escribí, ha dado una entrevista que publicará el diario Le Monde. Dice que será la única. Dice, pero… Lo que yo odiaba de McInerney era su imagen pública. Por el momento me gusta el libro de Littell. Pero a lo mejor no voy a soportar la figura pública del novelista luchando por su propia defensa.
Sigo con la idea de que es mucho mejor para un escritor actuar como Pynchon: esconderse. Ya leí otra reseña de su nueva novela. Y críticas a las reseñas anteriores de este mismo libro que todavía no se puede comprar. Al final, en el silencio mediático, se habla de literatura (en inglés, sí, pero de literatura).