Jean-François Fogel
La guerra de Irak se parece a lo que fue la guerra civil en España. Varias veces leí esta analogía extraña en la prensa norteamericana sin darme cuenta. Pero, por fin, ayer, me llegó el e-mail de un amigo invitándome a descubrir un artículo titulado 1936 and All That (1936 y todo esto), con un subtítulo explícito: Why the Spanish Civil War is like Irak, and viceversa (Por qué la guerra civil española se parece a Irak, y viceversa). El artículo fue publicado por The Weekly Standard que es de hecho la revista oficial del pensamiento neo-conservador en Washington.
Joseph Lieberman, el senador demócrata que se subió al coche de la candidatura de John Kerry con la ilusión de ser vicepresidente de EE. UU., es la primera persona citada en el texto. Su presencia me parece lógica: fue un sostén firme del presidente Bush al principio de la guerra, y ahora paga duro por eso. Con una mezcla de frustración y de mala fe, él dice ahora lo que ciertos republicanos gritan en el congreso: no ayudar a EE. UU. en su guerra al terrorismo en Irak es olvidar lo que ocurrió a los países que se negaron a ayudar al gobierno legal en España en 1936; en lugar de combatir a Franco tuvieron que luchar en contra de Hitler.
Esta visión se apoya en cuatro argumentos principales:
1. En ambos casos, la no participación se explica por el temor de las grandes potencias de involucrarse en una guerra amplia (una equivocación resumida en la famosa frase de Churchill después del acuerdo de Munich: “aceptaron el deshonor para conseguir la paz. Tendrán el deshonor y la guerra”.
2. Con su aristocracia, una Iglesia tan inalcanzable como su ejército y la potencia de nacionalidades centrifugadas -el País vasco o Cataluña- España era en 1936 algo como Irak hoy: un país dividido, sin identidad nacional, listo para ser el escenario de un enfrentamiento internacional.
3. Irak hoy en la guerra, tal como España en su época, es una mezcla de masacres y milicias, secuestros, asesinatos y venganzas. Hay una competencia interna (política, religiosa, ideológica) más allá de la guerra.
4. Tal como la izquierda republicana barcelonesa tenía un amigo totalitario en el estalinismo, hoy, en Irak, el movimiento chiíta tiene el apoyo de Irán, un régimen totalitario.
Claro que la comparación provoca un cierto malestar. Un novelista como Javier Cercas demostró de manera contundente que no existe un vencedor en una guerra civil. José Luis Rodríguez Zapatero dice lo mismo cada vez que toca el tema del pasado de España, pero los neo-conservadores no miran para atrás sino hacia el futuro y lo hacen de la misma manera que Hemingway preguntaba “¿Por quién doblan las campanas?”.
No me imaginaba la tragedia española reciclada para justificar una guerra en las orillas del Tigris o del Eufrates.