Jean-François Fogel
Excelente artículo en Los Angeles Times del crítico de libros Scott Timberg. Su balance del año 2007 pinta un universo amenazado por la fragmentación natural de los contenidos, de las audiencias y de los canales de distribución en el mundo digital. Su visión es un retrato de EE. UU., claro, pero me parece que encontramos en este texto una recopilación de los peligros (o oportunidades) de la galaxia Gutenberg:
1. Desaparición de las librerías
2. Rebajas crecientes
3. Crecimiento relativo de los grandes éxitos en el negocio global
4. Erosión del alfabetismo en el papel (y no en las pantallas)
5. Desaparición del espacio dedicado a los libros en la prensa
6. Competencia entre los canales de distribución (con reducción de los beneficios)
¿Cuáles son las armas de los editores y escritores frente a estos desafíos? La lista incluye meramente a tres: la calidad, la atracción de ciertos autores (Roberto Bolaño en el caso de EE.UU.) y la capacidad de empujar la promoción de los libros desde fuera del mundo de los libros. Para decirlo en pocas palabras: el mundo de los libros es un mundo cerrado donde la calidad y la innovación pueden influir, pero es un mundo sometido a las tremendas fuerzas de cambio tecnológico y económico.
Ahora me toca introducir otro artículo en inglés, mucho más polémico, del semanal The New Yorker sobre "los libros en el atardecer". No hay mucho que decir sino que es una lectura imprescindible aunque su punto de salida es demoledor: se trata nada menos que de explicar por qué la humanidad se dedica a algo muy poco natural como la lectura. La frase clave: «There’s no reason to think that reading and writing are about to become extinct, but some sociologists speculate that reading books for pleasure will one day be the province of a special "reading class," much as it was before the arrival of mass literacy, in the second half of the nineteenth century. » (No hay razón alguna de pensar que la lectura y la escritura van a desaparecer, pero unos sociólogos se preguntan si la lectura de los libros por mero placer no se va a transformar en el territorio de una «clase de lectores», tal como lo era antes de la llegada del alfabetismo de masa en la segunda mitad del siglo XIX). El artículo se apoya en las teorías de Walter Ong sobre la oralidad. Da mucho para pensar.