
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Llevo unos días volviendo a leer a Auden, a Wystan Hugo Auden, uno de los mejores poetas del pasado siglo, un enorme poeta no importa de qué siglo. He vuelto a su lectura- desgraciadamente en traducciones- por haber visto la ópera de Stravinski, The rake’s progress de la que hablaré otro día. Auden es el libretista de una de las más originales óperas del imprescindible Stravinski.
Y volvía a los poemas de Auden a algunos de cuando fue comprometido, izquierdista, batallador por la república y soñador con la caída de un mundo, con el desmoronamiento de la clase burguesa. Él era un burgués, ilustrado, bebedor, homosexual, socialista, es decir, uno de aquellos tan similares del llamo grupo de Oxford- Stephen Spender, Christopher Isherwood…- que supo estar en toda las batallas, que creyó en cambiar el mundo, que tuvo fe en el marxismo y que terminó por perder la fe.
Me gustan esos poemas, entre vigorosos e inocentes, que anunciaban, por ejemplo el fin de la burguesía:
"….van a caerse
los hemos estado observando sobre la barda del jardín
desde hace horas
el cielo se oscurece como con tintura,
algo está a punto de caer como lluvia
y no serán flores…"
No se cayeron, siguieron enriqueciéndose, construyeron un mundo para aumentar sus beneficios, mantener las diferencias, darnos propinas a la mayoría y quedarse con casi todo. Es posible que alguno siga soñando con "poetas que explotarán como bombas", pero será muy raro que sus efectos causen daño a los injustos, a los poderosos. Parece un tópico, lo será, pero no se cambian las cosas ni con las mejores intenciones, ni con los mejores poetas. Esos, la inmensa mayoría, estuvieron del lado justo en la guerra civil. Pues los justos perdimos con nuestros poetas, nuestros cantos, nuestra épica y también con nuestras pistolas.
En plena guerra, en el año 37, escribió uno de sus más célebres poemas, Spain, lo leo en la selección que Visor hizo de los poemas de la defensa de Madrid, Capital de la gloria. El poema termina así:
"…Hoy el consuelo provisional, el cigarrillo compartido,
La timba en el granero bajo el candil, el concierto
rasgueado
Las bromas entre hombres; hoy el
desagradable y forcejeante abrazo antes de herir.
Las estrellas han muerto. Los animales no quieren mirar.
Estamos solos frente a nuestro día, y el tiempo es corto y
La historia al vencido
Podrá decirle ¡lástima! Pero no darle ayuda ni perdón"
Y fue verdad, ganaron la tropa aquella, tan católicos, y dijeron ni paz, ni perdón. ¡Qué tropa!