Javier Rioyo
Me encontré a un amigo en la calle, estaba terminando la última novela de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad. Por hacerme el simpático, uno tiene esos defectos, le dije "¡Hombre!, leyendo a Auster, como todo el mundo". No me entendió -tampoco somos exactamente amigos, ni tampoco los amigos me entienden, ni yo les entiendo, muchas veces, ¡por eso somos amigos!- y creyó que criticaba su previsible lectura. Me gusta Auster, y me gusta mucho este último Auster. Casi se disculpó y me preguntó, "¿y tú qué estás leyendo". Estoy leyendo Absalón, Absalón. "Ah bueno, yo lo leí hace casi 30 años. Y me marcó. No creo que pueda volver a ese libro". Yo también presumí de mi lectura de "Absalón" cuando tuve poco más de 20 años. Tuve la rareza de engancharme a Faulkner. A su mejor novela, que sigue siendo "Absalón" y a las otras obras maestras, dolientes, complicadas, fáciles, pequeñas y grandes que es toda su obra. Yo fui lector, con perdón, de Faulkner. Lo sigo siendo, me sigue sorprendiendo y sigo pensando que cada vez que lo leo es diferente. Quizá sea yo el distinto, el diferente.
Ahora en esta nueva traducción de Miguel Martínez- Lage, esta nueva manera de acercarse a Faulkner, después de tener presentes los regresos al escritor, las vueltas a sus regiones que hicieron algunos de los nuestros: Benet, Onetti, Marías, Manuel de Lope o Muñoz Molina, dice su traductor que la melodía Faulkner se interpreta mucho mejor.
Es posible que esté fuera del mercado, pero está en lo más verdadero de la literatura.
Nadie dijo que fuera fácil. Nuestro empeño por comprender, por comprendernos, es tan complejo y enredado como un relato de Faulkner.
El pasado y el presente, lo bíblico y lo irónico, el mundo, la vida, los rencores, el orgullo, la envidia y muchas copas. Lo escribió en Hollywood, rodeado de deudas, trabajando para Howard Hawks, soportando sus desgracias, escribiendo sin parar y bebiendo de la misma manera. Consiguió hacer una novela intemporal, una historia de Yoknapatawpha donde todos podemos encontrarnos. Y perdernos. Gracias a los de "la otra orilla", a los de Norma, porque han permitido que vuelva a esta región donde la literatura y la vida se cruzan. Me confunden y me emocionan.