Javier Rioyo
Tengo un amigo que nos sorprendió invitándonos a cenar en su casa. La casa, estaba llena de cuadros contemporáneos que nos causaban envidia y sorpresa. ¿Cómo se había enriquecido tanto nuestro amigo? Es verdad que había tenido éxito como director y productor de cine. Pero esos "clementes", "chillidas", "manrays", "mirós"… eso parecía demasiado. No pude resistir pregunté por aquella colección. ¿Te gustan, verdad? También le gustaban a una famosa pintora que compartía la cena. Y a otros. Nuestro amigo sonrió satisfecho y confesó: "¡Todos son falsos!".
Excelentes falsificaciones. Tanto que habían producido en nosotros el mismo efecto que si hubieran sido auténticos.
He recordado esto leyendo un libro, bastante falso, pero no deja de tener la gracia de la impostura. El autor es un reconocido impostor, uno más de los que rodearon a ese genio y, sin duda, gran impostor llamado Salvador Dalí.
En un momento del libro se cuentan éstas cosas:
"¿Estás diciendo que las tres cuartas partes de todos los Dalís que hay en el mercado son "falsos falsos"?
-Aproximadamente, sí.
Amanda Lear tragó saliva.
-Esto me recuerda una cosa de cuando yo era su musa y él mi profesor de arte. Dalí me dejaba usar sus pinceles y lápices… Un día, Dalí me pidió que copiara un ángel de Leonardo da Vinci de un libro de arte. Una vez terminado me lo quitó de las manos, lo firmó y se lo dio a Gala. Aquella noche, Gala vendió mi copia a Gina Lollobrigida. Era un Amanda Lear "auténtico auténtico" y un Dalí "falso falso" con una firma de Dalí "auténtica auténtica".
Es decir un Amanda Lear, "auténtico-falso"
O quizá un Dalí "falso-auténtico"
Y eso lo cuenta uno de los muchos falsificadores que se acercaron a Dalí. Un artista auténtico que vivió haciendo de lo falso un arte más. El arte de hacer dinero con el mundo de papanatas que compra una firma para exhibir como auténtico un cuadro que no les importa, ni les gusta, creo.
Y es curioso que el ejemplo lo cuente una falsa mujer, o un falso hombre, que quizá nunca se llamó Amanda Lear.
¿Con cuantos falsos convivimos en nuestros museos, casas, galerías? ¿Y es lo falso peor que lo auténtico si no sabemos diferenciarlo?