Javier Rioyo
Mi recordado, y lujurioso, amigo Xavier Domingo unía la lujuria a los otros placeres. Beber, comer, etc. Y le gustaba acercarlos a las lecturas y las músicas. Los que quieran saber algo más de éste peculiar gozador a la española, nacido en Barcelona y bien vivido en París, que busquen su libro sobre la erótica ibérica. O sus libros de cocina, Cuando sólo nos queda la comida o De la olla al mole. Pero no era de él de quien quería hablar, se me bifurcan los caminos. No, hoy quería hablar de un escritor que admiraba Domingo y por eso se me cruzan los nombres. Hablo de Pietro Aretino.
Recatado por la gracia de Luis Antonio de Villena, autor de la traducción, el prólogo y las notas de esta edición hermosamente verde que acaba de aparecer de sus Sonetos lujuriosos. No los dejen cerca de los niños.
Este libertino que para muchos -dice Villena- fue tenido como un hombre piadoso, bondadoso, jovial y para otros era un chantajista, libelista, pornógrafo y vividor. Admirado o repudiado, tenido por culto y por todo lo contrario, fue un buen representante de un siglo, de una cultura y un tiempo -1492-1556- donde todavía no se habían expulsado ni la vitalidad ni cierto paganismo que no le sientan mal a esa Italia divertida y desvergonzada.
Vida apasionante de un poeta libertino que cuenta con la excelencia de Villena en el prólogo. Sus sonetos no son de hombres y mujeres en el momento del sexo, son el sexo mismo. Como dice el prologuista son "coños y pichas que se imbrican en goce feliz y natural".
Me callo y les regalo un soneto de Aretino. Perdón y que se aparten mojigatos y menores:
"Jodamos, alma mía, jodamos enseguida,
pues todos para joder hemos nacido;
que la polla te gusta y amo el chocho
y el mundo sin eso ni una figa valdría.
Y si post morten joder fuese aún honesto,
diría: De tanto joder nos moriríamos;
y además Adán y Eva aún joderían,
que hallaron un morir tan deshonesto.
-Verdad es lo que dices, que si los bribones
no comieran de aquél fruto traicionero
ardencia los amantes no tendrían.
Más basten ya palabrerías, y hasta el corazón
clava la polla, y haz que el alma se
me parta, que por la polla muere o está viva;
y si posible fuera,
guárdame en el chocho los cojones
que del placer son testigos de primera."