
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
No es la primera vez, ni será la ultima, que algo digo, que algo escribo de Ángel Vázquez, casi un desconocido, pero autor de una de las novelas imprescindibles de nuestros no tantos novelistas del pasado siglo. La novela es "La vida perra de Juanita Narboni", historia de un mundo, una ciudad y una manera de vivir, contar y hablar que tanto tienen que ver con esa ciudad que ya no existe llamada Tánger. También un conmovedor, dramático y cómico monólogo femenino. Última, excelente y conmovedora novela de un escritor que apenas escribió. Dos novelas anteriores, "Se enciende y se apaga una luz", ganadora del Premio Planeta de 1962 y "Fiesta para una mujer sola" de 1964. Vivió como pudo, bebió más de lo que pudo, escribió menos de los que pudo. Nunca presumió de nada. Abominó de su novela ganadora del Planeta, no creyó mucho en sus cuentos, y afirmó que "Fiesta para una mujer sola" era sólo un camino para llegar a su novela sobre "Juanita Narboni", sobre su madre, sobre sí mismo.
No discutiremos que su obra maestra es "Juanita", pero mucho hemos disfrutado- y de vez en cuando sufrido- con la lectura de dos libros que se acaban de rescatar entre su obra casi perdida, casi olvidada. La novela corta "El cuarto de los niños y otros cuentos", rescatados por Pre- Textos. Y "Fiesta para una mujer sola", reeditada por la editorial Rey Lear. Merecen la pena para acercarnos a uno de los más raros y malditos de nuestra literatura. Tienen una edición y unos prólogos, además de unas palabras de su gran amigo Emilio Sanz de Soto en el caso de los cuentos- así como el impagable regalo de un dibujo del autor y una sucinta autobiografía, tan emocionante y sorprendente como su desmoronada y no muy larga vida.
Nació en Tánger en un día que nadie le esperaba, en medio de una fiesta que no era la suya. Y tuvo un final demasiado abandonado, triste en una habitación alquilada en una habitación desabrida en la calle de Atocha. Cerca de mi casa, lejos de Tánger. Era borracho, homosexual y nunca fue capaz de considerarse un genio. Escribió entre el sarcasmo y la amargura. Siempre más cerca de Katherine Mansfield, Carson McCuller. Y no tan lejos de Truman Capote, amigo de sus amigos.