
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Ayer, día doce de Enero, se cumplió un año sin Ángel González. Qué raro. La ciudad no es mejor, ni la noche, ni algunos bares, ni muchos rincones y desde luego las reuniones de amigos, esas también son peores. Era flaco, más silencioso que charlatán, no ocupaba mucho espacio y sin embargo nos llenaba de alegría su presencia. Era bueno para la vida, para la amistad, la celebración y el deseo de burlar lo áspero del mundo.
La noche de su muerte, en compañía de Chus Visor, lo visité en su hospital, en su último refugio. Estaba con Susana, su mujer, se sentía recuperado, animado, con ganas de fugarse, de leer, escribir, beber, fumar, hasta con ganas de hablar. Nos fuimos contentos. Brindamos porque estábamos convencidos que en unos días volveríamos a nuestras noches con Ángel. Nos engañó. No era verdad que no fuera nada grave. Nos dejó colgados esa madrugada.
Y nos dejó esos poemas de despedida, tan emocionantes, que llamó para ironizar hasta el final: "Nada grave". Ahora nos siguen llegando trozos de su vida contada en poemas. Ese libro de una colección tan querida como la de Poesía en la Residencia, con su voz, sus explicaciones, sus toses y el recuerdo de sus lecturas. Tan cercano, tan serio y, de repente, con esa sonrisa de complicidades. Todo es un poco más áspero sin él. Y seguimos nuestro viaje. Menos mal que podemos hacerlo con sus poemas. Ahora una selección de sus mejores poemas que acaba de terminar Susana Rivera se regalará en los autobuses que tantas veces le llevaron de Madrid a Asturias.
Yo hice con él, con Susana, con amigos, el último viaje. El poeta viajaba en cenizas, todavía parecía estar con nosotros. Apenas lloramos. Estábamos convencidos que prefería nuestras sonrisas. Nunca dejarse ganar por lo lúgubre. Bueno, y hasta luego con uno de sus poemas.
Muerte en el olvido
Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla,
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita…"