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TODOS LOS JÓVENES TRISTES Y LITERARIOS

Por 20 de abril de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Rioyo

 

Cuando Jonathan Franzen leyó la novela de Keith Gessen tuvo deseos de volver a ser joven, sin pedir perdón por la tristeza. Todos los jóvenes tristes y literarios es una novela melancólica donde se mezclan los letraheridos con el espíritu de la generación Google. Durante la comida que congrega a los libreros de viejo con algunos amantes de esos mundos nos miraba a nosotros mismos ya no jóvenes, ni tan tristes, pero todavía extrañamente literarios, recordé personajes de esa novela tan contemporánea, tan extemporánea. Sentí que éramos una ficción de raros alrededor de los libros. Sospechosos de alguna nostálgica y moral enfermedad que todavía nos hace encontrarnos en lugares ni tan limpios, ni tan bien iluminados. Esos cementerios misteriosos llenos de vidas inventadas donde los excéntricos libreros guardan sus tesoros. En primavera sacan sus animales imaginarios en tenderetes y los ofrecen entre la lluvia y la intemperie. Hace tiempo algunos pensaron que los libreros de viejo eran un oficio en saldo, en trance de desaparición. Sin embargo, ahí siguen, resistentes, renacidos, reinventados entre la covacha e Internet. Selectos y escasos como algunos vinos, a veces excelentes y minoritarios como los que hace Benjamín Romeo, el único español con dos puntuaciones centenarias en la Biblia del pope Parker.

Los libreros de viejo son soñadores de obras únicas que viven saldando lo que otros han desechado

Libreros de viejo, soñadores de obras únicas que viven saldando lo que otros han desechado. Me gusta ese rastreo en el que te puedes encontrar Últimas tardes con Teresa, con aquella foto de Maspons donde una rubia lánguida y moderna nos miraba. O con esa de Marsé, joven, delgado, rizado, fumador de Chester, como un Pijoaparte con menos descaro y más lecturas. No me perderé su paseíllo por calles y plazas de mi Alcalá, quevedesca, buscona, amparadora de clérigos rijosos, expulsadora de ingenios y de republicanos burgueses e ilustrados. Rogelio Blanco, director del Libro, leonés -y representativo milagro de conservación en un cargo, así que pasen varios ministros-, se sentirá aliviado cuando verifique la vestimenta del premiado. Está visto que un director general tiene que saber de todo, incluidos sastres, alquileres y etiqueta. No hablamos de mudos. Orgulloso estará Blanco por haber conseguido que escritor tan descamisado quede encerrado en ese solo juguete en forma de esmoquin necesario para disfrazar actuaciones cortesanas. Lo cervantino es otra cosa.

Marsé, como Gore Vidal pero desde otro frente, siempre ha estado cercano al cine -lengua franca del siglo XX-, sabe que la fama de un escritor es cosa de poco. Que nunca será rubio como Marilyn. Ni lucirá como Cary Grant. Pero con más kilos y menos whiskys, puede tutear a Faulkner, también bajito y cinéfilo, que comparó a los amantes de la literatura con los criadores de perros: escasos pero apasionados. Somos algunos más. Ladramos menos.

 

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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