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Tánger

Por 6 de noviembre de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Hace muchos años conozco Tánger. En realidad la conocía antes de haberla visitado. La había leído, mitificado y visto en el cine, fotografías, textos, pinturas y otras maneras de reinventar ciudades. No tenía ya mucho que ver con la ciudad abierta, permisiva, “pecadora”, mundana, cosmopolita y otras muchas cualidades que acompañan al mito de esta ciudad que vive entre dos mares, entre dos continentes, entre dos mundos.

Fue una ciudad idealizada porque era abierta, no tenía un poder rígido, era permisiva en sus costumbres, buena para el refugio y el ocultamiento. Ciudad ideal para los buscadores de sexo. De toda clase de sexo, aunque se destacó como uno de los paraísos del mundo gay. Aunque muchos buscaron otros tipos de encuentros sexuales, el que allí hubieran vivido y disfrutado los Bowles, Truman Capote, Ginsberg y toda una tribu de excéntricos escritores, fotógrafos, diseñadores, músicos y ricos de toda condición, crearon la leyenda.

Tánger es mucho más. Los que no hemos ido buscando esa clase de encuentros lo sabemos. Es lo que fue y todo lo que se traiciona a sí mismo. No guarda fidelidades, se transforma, decae, renace, crece, se islamiza, se reinventa, se mantiene y es infiel como una vieja dama indigna. He conocido el Tánger narrado, el añorado, el nostálgico de los que vivieron su edad dorada, pero no me defrauda este otro que sabe mezclar lo hortera, la decadencia, lo medieval y lo indefinido de su actualidad. Unos días tangerinos, tan cerca de Ceuta, tan al margen de los conflictos de identidad, de banderitas, de monarcas de una y otra orilla. El mundo, la política, la patria y las exaltaciones de ese estilo se quedan para ciudades menos impuras. Tánger, no sé por cuánto tiempo, mantiene una excelente impureza.

Ya no es aquella ciudad que dio el argumento para una película que se llamó Casablanca, pero sabe mantener su impureza. Y esa belleza autóctona que supieron captar, pintar Matisse, Delacroix o el gran Antonio Fuentes. Ciudad de pintores, de esos o de otros tan vivos como Pepe Hernández. De modernos tan clásicos como Emilio Sanz de Soto. De escritores tan apreciados como Ramón Buenaventura. Y de gentes tan abiertas como sus vientos. No quedan muchas ciudades así. No durarán mucho tiempo. Las están vendiendo. Hay que darse prisa. Incluso es posible que ya sea tarde. Aunque si se sabe mirar, algo queda. Que no es poco.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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