Javier Rioyo
Me llega un libro de la editorial "El tercer nombre", es de título llamativo y viene precedido de éxito y algún escándalo, se llama: Sin tetas no hay paraíso, del escritor y guionista colombiano, Gustavo Bolívar Moreno.
Una historia que pasó a la televisión y resultó un éxito en Colombia, en gran parte de América y que ahora acaba de llegar a nuestras pantallas en adaptación española. Ya se han quejado algunos ayuntamientos, creo que alguno en los que se supone ocurre la historia.
Más o menos así es la historia: una adolescente de una barriada colombiana cree que la única salida de aquel infierno, de aquella sordidez y pobreza, es conseguir a cualquier precio unas tetas que causaran la admiración de los hombres. Por la silicona al paraíso. Los modelos en esos ambientes populares, las más queridas por los ricos narcotraficantes son mujeres de grandes tetas.
Así, si no tienes esas tetas, te quedarás marginada y en tu pobre barrio. Para conseguir esas tetas hay que hacer cualquier cosa, prostitución incluida. En el mejor de los casos, se consigue un paraíso construido con miserias morales y estéticas. Después, la mayor parte de las siliconadas, vuelven a ser expulsadas del falso paraíso. Los paraísos son imaginarios, falsos, engañosos y, además, no existen.
¿Ese modelo de las grandes tetas es el modelo del mundo marginal u hortera?
¿Cuál es ahora "nuestro" modelo? ¿Qué le pasaría hoy a Audrey Hepburn o a Jane Birkin?
Estaba pensando en mis propias preferencias. Y me encontré pasando de los brazos de Keira Knightley a los de Scarlette Johansson. En fin, me di cuenta que el tamaño no importa. Al menos que no me importa. Es decir que todas las tetas valen para soñar con paraísos. Esos pequeños de andar con el placer.