Javier Rioyo
Cada día me interesa más Juan Ramón Jiménez. Ahora otra vez vigente por un libro- que todavía no conozco- en el que se cuentan las zancadillas oficiales, el silencio de muchos y la ayuda de pocos para conseguir su Nobel. Una historia de hace 52 años, de la vida en el franquismo, pero revelador de las cobardías, las maldades, las envidias y, también de los pocos buenos y valientes. Lo leeré, lo comentaremos. Pero hoy el Juan Ramón que me es cercano, querido es de los aforismos. Los tengo cerca, los abro al azar y siempre encuentro "intelijencia" como diría el Nobel. Encuentro reflexiones de vida que son atemporales. Y confesiones sobre su persona que sirven para conocer lo mucho que nos distancia- talento aparte- y lo imposible que hubiera sido ser amigos. No hubiéramos sido admitidos por él.
Me hubiese encantado conocerlo pero al hacer confesión de sus gustos ya pone difícil el encuentro: "no fumo, no bebo vino, odio el café y los toros, la relijión y el militarismo, el acordeón y la pena de muerte. Vivo únicamente por y para la Belleza. Amo el orden en lo esterior, la inquietud en el espíritu".
Y el caso es que si quitamos el vino, el café, los toros- cada vez menos- y eso de escribir la Belleza con mayúscula, no me siento lejos de sus otros valores. Bueno, el acordeón me gusta para acompañar a la canción francesa. Y amo el bandoneón. El orden "esterior" me gustaría pero estoy lejos. La inquietud interior, esa sí, esa siempre va conmigo. Así como el odio a la relijión -me gusta escribirlo a su manera- el militarismo y la pena de muerte me hacen sentirme su semejante. El tabaco me acompañó una vida y ahora lo tengo aparcado. En fin, que soy más o menos un ser en las antípodas de mi admirado Juan Ramón Jiménez y, sin embargo, lo siento tan cercano.
Le agradezco a Andrés Trapiello el regalo de esa edición de los aforismos de Juan Ramón -en la editorial La Veleta- y prometo que otro día hablaremos de sus pasos perdidos. Esos diarios en que parece darse esa dualidad juanramoniana: "un día parece que el ideal de la vida consiste en ser bueno; otro en ser malo". Yo también tengo esas veleidades. Aunque, también como el maestro: "a veces me hago el malo para que ellos no tengan tanto remordimiento". Eso en los días en que soy más bueno.