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SEMANA SANTA

Por 2 de abril de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Cuando yo crecía hacia mi escepticismo religioso la Semana Santa era negra. La vida, que ya tenía sus oscuridades, se volvía más siniestra. Estaba llena de prohibiciones, de gentes que se tapaban para sufrir, que arrastraban cadenas, hacían penitencia y rezaban en fila detrás de las representaciones de muerte y llanto. Después descubrí que había otras maneras. Las maneras barrocas del sur. Con todo ese ritual, pero en colores, con una tragedia que me daba la impresión de que también estaba llena de juerga más o menos oculta. Thanatos acompañando a Eros. Pues tampoco me gustó tanta pasión por las calles, tanto recogimiento ficticio -tampoco el real-, tanto atasco detrás de los ídolos. Sencillamente me fugué, no participaba, eran fechas para otras cosas, otras escapadas, otros paganismos. Aunque algún día hablaré del sentido que cada uno tiene del paganismo. Para los judíos, también los cristianos son paganos.

Tuvieron que pasar décadas para volver a mirar con curiosidad esos rituales que perviven entre los españoles como en ningún lugar del mundo. No me refiero a esos puntuales rituales salvajes de Filipinas y otros lugares donde dejamos lo peor de nuestra cultura. Ahora veo con interés las sobrias procesiones castellanas. Las cargadas del sur o las ruidosas de los buñuelescos pueblos aragoneses. Una vez, en compañía de otros con no demasiada fe, fui cofrade en Íscar, un pueblo vecino a Calanda y, la verdad, el ritual del ruido de los miles de tambores es una sensación extraña. Tanto ruido tiene algo de recogimiento, de silencio.

Estaba en Sevilla, la Semana Santa estaba a punto de estallar, rodeado de los amigos de Tomares -ese pueblo rico y progresista del Aljarafe- que se brindaban a soportar conmigo los rituales de la juerga mística. Estuve tentado, pero no, preferí escaparme de ese espíritu que ciega a tantos, que a tantos hace representar lo que no son, en lo que no creen. No me gusta ese barroquismo festivo y religioso. Es parecido a la entrega ruidosa del fútbol por un lado, y por otro no llega a la belleza de la música callada del toreo. Me escapé de Sevilla, me escapé de España. Lejos, muy lejos, de las celebraciones de Semana Santa. Acabo de llegar a Buenos Aires, el tiempo acompaña poco. Espero no encontrarme procesiones. Aunque también me puedo tropezar con fanáticos del fútbol. Está claro que mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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