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Se prohíbe la mendicidad

Por 9 de enero de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Rioyo

Me sorprendió encontrar ese mandato oficial en una de las calles centrales de Valladolid. En la acera de Recoletos, frente al Campo Grande, en un lugar que muchas veces he paseado por sus "ferias del libro", en tiempos de festival o porque sí, porque el Pisuerga pasa por Valladolid. Nunca me había fijado en el limpio, claro y sin lugar para las dudas mandato escrito en cerámica. Allí debe estar desde los años franquistas. No olvidamos que Valladolid, como Salamanca, Ávila, Burgos y otras cuántas ciudades y pueblos de Castilla fueron muy franquistas. Es decir fueron no democráticas, rebeldes contra la legal Constitución además de moralistas, católicas y falangistas También hubo otras fuera de Castilla, en el sur, norte, oeste o en las islas que fueron tomadas por el asalto franquista en pocos días, en pocas horas.

De la misma manera que se podía prohibir el baile, el libre pensamiento o el Carnaval, se prohibía ser pobre. O al menos, se prohibía mostrarlo. ¡Qué cínicos! Me gustaría llamarles otras cosas, pero luego surgen los que me quieren canjear, silenciar o exiliar a mi pesar y me insultan por lo que ellos imaginan que soy.

En Valladolid, en tiempo de compras de rebajas, con casi tres millones de parados, con algunos pobres del este y del oeste pidiendo en su calles comerciales, en la ciudad en que el pobre Miguel de Cervantes las pasó canutas, en una ciudad que siempre conoció pícaros, mendigos, heterodoxos y toda clase de golfemia de la derecha moralista o de la izquierda pazguata, en esa ciudad de tan buen castellano, todavía perviven prohibiciones tan esperpénticas como ésta. Me gusta que permanezca el cartel, la prohibición, es una prueba más de la amoralidad de un régimen que hizo que media España pasara hambre. Y que la otra media disimulara, mirara para otro sitio y pensara que ya no tenían pobres porque estaban prohibidos.

Esos que estaban en las puertas de las iglesias, de los cuarteles, de los conventos o escondidos en sus chabolas, esos no existían porque el Estado, en compañía de la Iglesia, el municipio y sus instituciones, lo tenían terminantemente prohibidos. Está claro que el bien no puede practicarse a la fuerza. Ni se puede decretar la felicidad. Ni se puede prohibir la mendicidad. Me encantaría haber sido ladrón, haber podido robar sus bienes a aquellos amorales que dictaban prohibiciones como ésta. Cuando leo cosas así vuelvo a ser ese joven que creía- como Herman Hesse- que "todo dinero es robado, toda posesión es injusta". Ya no soy tan ingenuo. Ni leo a Herman Hesse. Lo intentaré cualquier día de éstos.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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