Javier Rioyo
Encontré el texto de Gil de Biedma de los bares, su “Revista de bares” o apuntes para una prehistoria de la difunta “gauche divine”. Está en ese excepcional libro de ensayos que hace tiempo no leía. Vuelvo a él y encuentro muchas posibilidades de elucubrar en estos días de vacaciones. Me lo llevo en mi equipaje de libros para combatir las vacaciones. Se trata de una revista de los bares que en la Barcelona de los sesenta merecían ser consignados como sitios para beber con un poco de detenimiento. Habla del Store Club, un lugar muy de teenagers, chicos y chicas de la burguesía afrancesada barcelonesa. Sigue con otro bar, por un puro bar, clásico, tranquilo y con toques informales: el Flamingo. Y la lista continúa por la Plaza Real, por Blue Note, el escondido El pirata, en una calleja de Mayor de Gracia. O el muy preferido Whisky Club, un lugar importante en su cultura urbana. Un lugar donde apetece imaginarse. Reflexiona Jaime Gil, “la civilización es una lucha por crear un ambiente”.
También habla de uno de Madrid, de uno que conocimos aunque no frecuentamos, el Jimmy’s. Está en pleno barrio chino, en plena calle de la Ballesta, y fue el primer bar español que pudo ser llamado de “whisky a gogó”. A finales de los cincuenta a Jaime Gil y a Ángel González les pareció lo más moderno. Un Madrid oculto que se ponía de pie en sus barras de bares. Un bar que inauguraron el Marqués de Villaverde y Luis Miguel Dominguín. Al piano del bar estaba un joven músico llamado Manuel Alejandro. Años después, gracias a Julio Iglesias y a otros, sería uno de los pocos multimillonarios de nuestra música. Le gustó el Jimmy’s a Jaime, allí podía beber y ligar. También ligaba y bebía, cada uno a lo suyo, su amigo y compañero de poesía Ángel González.
No tengo ni idea de qué bares de Barcelona, de los que cita Jaime Gil, quedan abiertos y conservando eso tan apreciable que es un “ambiente”. Pero sí que hay que dar por perdidos los de Madrid. Para encontrar con Ángel González un bar de aquellos que les complacían hay que inventarlo. Mejor cambiar de bares.