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¡QUÉ LARGA!

Por 5 de marzo de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Lo primero que dije al salir de la última película de David Lynch, Inland Empire, fue: ¡Que larga! Ya lo estaba pensado cuando habían pasado las primeras dos horas. Y sin embargo no me levanté, no me fui del cine, no me escapé a fumar… será porque ya no fumo. No, no me pude mover de la butaca porque desde hace ya más veinte años, desde que vi aquella película llamada Cabeza Borradora, el cine de David Lynch tiene sobre mí un poder hipnótico, atrapador, que me impide desdeñarlo. Algunas veces he tenido que volver a ver sus películas para introducirme en sus extraños universos narrativos. No en los estéticos que siempre me parecen cautivadores, extraños como un sueño del que quieres escapar pero que algo inquietante te lo impide.

Habían pasado años desde Mulholland Drive, que fue una de mis películas preferidas de hace unos años. Eso sí, después de verla tres o cuatro veces. Ahora, con Inland Empire me ha pasado algo más radical. Me parece una de las más hermosas películas de Lynch desde el lado estético, la belleza de sus planos, el clímax, la música, algunos de sus actores, la extraña Laura Dern a la cabeza, pero también me parece la más confusa de trama. Con esa mezcla de lo onírico y la realidad, de la ficción sobre la ficción, del misterio dentro de otro misterio. Y, lo peor, muy pronto sentí que era muy larga. Eso me pasa algunas, bastantes veces, al margen de la duración real de lo que ves o escuchas. Alguna vez he sido jurado de algún premio de relatos cortos o de cortos cinematográficos y también cinco minutos o quince páginas pueden resultar largas cuando no tienen interés.

Me leí con pasión devoradora En busca del tiempo perdido cuando era veinteañero y nunca pensé que fuera larga. Me gustan las óperas de Wagner y no me quejo de estar más de cuatro horas entre Valquirias o Nibelungos. También he terminado una excelente novela de Almudena Grandes con más de novecientas páginas que me han tenido atrapado. Una de las novelas españolas que más me han atrapado en los últimos años es de Ramiro Pinilla, una saga dividida en tres tomos que suman más de dos mil quinientas páginas, Verdes valles, colinas rojas. ¿Podía ser más corta La montaña mágica? ¿Necesitaba todas esas páginas El hombre sin atributos?  ¿Se quedaba corto Monterroso? ¿Necesitamos más páginas de Juan Rulfo? ¿Es una pena que La metamorfosis no tenga más recorrido?

Lo corto, lo largo, en el arte es una condición subjetiva. Será largo o corto porque así nos lo parezca… A mí, lo siento, me pareció tan larga la película de David Lynch que no estoy seguro de darle otra oportunidad. Cada vez tengo menos tiempo. 

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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