Javier Rioyo
Todas las ciudades tienen sus poetas. Estoy en Córdoba, la ciudad de los Omeya, de los poetas, los filósofos, los matemáticos y los constructores de jardines, palacios y mezquitas. La ciudad de Góngora, poeta de poetas, solitario y jugador, con su seriedad de alejarse por las callejas. Y Córdoba, más cercana con los poetas de "Cántico", aunque Lorca nos dejara para siempre esa imagen de una ciudad lejana y sola, menos sobria, más barroca en este día del Corpus. Día verdaderamente reluciente. ¿Os acordáis? Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol. Hermosas mentiras de nuestra infancia, frases que no las borra el tiempo ni el descreimiento.
En Córdoba, con algunos poemas de Ricardo Molina: "¿Es esta aquella Córdoba que amamos?/¿es esta aquella Córdoba de melifluas voces/cuyo acento de vísperas llegaba hasta nosotros, / cuando Bernier lo mismo que a escolares ingenuos/ nos llevaba a admirar el patio de un convento?"
Esa Córdoba de lo poetas que en el franquismo querían celebrar la vida, la escapada de la "solera pálida, en las viejas tabernas patriarcales". En esas tabernas en que otro poeta cordobés, Pablo García Baena -que acaba de ganar el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana- leía églogas y buscaba mercenarios abrazos en recónditas tabernas. Poeta ideal para pedir noticias de Córdoba en un día de mucha luz en la ciudad ni lejana ni sola. Edén perdido. Armonía de nombres: Muro de la Misericordia, Alcázar Viejo, plaza de los Aguayos, Piedra Escrita, Tesoro, Hoguera, Cidros, Mucho Trigo, calles que el poeta recorrió, que vuelve a recorrer cuando nombra.
García Baena que termina uno de sus poemas a la ciudad, a su ciudad, con el viejo lamento de lo que fue y ya no es:
"….Usura y avaricia/ la heredad repartieron destruyéndola,/dividieron tu duelo,/ echaron suertes/ sobre el solar patricio,/fonsque sophiae,/mientras te disfrazaban percalinas/ para un siniestro carnaval turístico,/oh inmortal, eterna, augusta siempre,/oh flor pisoteada de España."