Javier Rioyo
El paseo que prefiero por Madrid es un clásico paseo "barojiano": la Cuesta de Moyano. Al lado de la Estación de Atocha, cerca del Museo Reina Sofía, comienza en el Paseo del Prado y termina en El Retiro, hace frontera con el Jardín Botánico y está a dos pasos del Museo del Prado. Pero si me gusta el paseo por la cuesta de Moyano es, sobre todo, porque allí están instalados desde hace casi un siglo los puestos, las casetas, lo tenderetes de madera de los libreros de viejo. Esos amigos que abren sus tesoros usados, sus novedades rebajadas y que compiten con todas las superficies para ofrecer los libros antiguos y de ocasión.
Hablaré de ellos más despacio. Estuve en la presentación de la 33 edición que comienza en día 23 de Abril y estará hasta el 10 de Mayo en otro querido paseo madrileño, el de Recoletos. Y regalaron un libro delicioso: "Paseos por Madrid" selección de artículos del periodista y escritor madrileño que firmó como Corpus Barga. Sus memorias, "Los pasos contados" son imprescindibles para los que quieran saber más sobre la vida y la cultura, sobro lo cotidiano, cercano, festivo, tramposo, alegre, confiado y peligroso de ésta ciudad
En uno de los artículos de éste "Paseos por Madrid" de Corpus Barga que se venderá en la Feria del Libro Antiguo- con el discurso de Elvira Lindo que será la pregonera y el cartel de Mateo Charris que se regalan- habla de los parecidos de Madrid y Roma. Un parecido que apenas había notado y que, sin embargo es bastante cierto en algunas cosas. Siempre que tengamos en cuenta que Madrid es una Roma sin grandeza. El artículo termina así:
"Roma y Madrid se parecen, eso sí, en que las dos han sido saqueadas por los españoles. Roma por los españoles que mandó Carlos V, el penúltimo rey español que visitó al Papa; Madrid, en tiempos más modernos, por los españoles que han venido de todas las provincias"
Los atracadores de Madrid son autóctonos, de fuera, de cualquier provincia o de cualquier nación. Son atracadores a pie de calle, en el metro, a la puerta de los Museos, en las ferias de libros o el los partidos de fútbol. Este libro, y un cepillo de dientes, me hubiera gustado regalárselo a la querida "E T en Euskadi", la encontré fugazmente en Madrid. Me contó cómo había sido "limpiada" en el metro cuando acababa de llegar a la ciudad. Venía relajada, confiada y alegre. Y así la encontré a pesar de la indeseada "limpieza". Después se despidió a la francesa, pero dejó la puerta abierta, a la madrileña. Espero que vuelva. Aunque siga sin querer leer a Celine.