
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Una revista que sigue siendo una rara "ínsula" desde hace décadas, muchas veces dada por hundida y sin embargo flotando, renaciendo y a veces tan viva, tan necesaria como en éste último número de recuerdo y homenaje a Machado. Dentro de unos días, el 22 de Febrero, recordaremos su muerte tan simbólica, tan digna, triste y emocionante en Colliure, en Francia, al lado de miles de refugiados republicanos que supervivían en los tristemente famosos "campos".
El número de la revista se llama Colliure, 1959. Una fecha que tiene una importancia esencial para la poesía española. Hacía veinte años de la muerte del poeta y hasta su último pueblo, hasta aquellos "días azules y este sol de la infancia" cómo escribió el poeta, se escaparon de una España áspera y amarga, algunos de los "jóvenes" poetas que allí decidieron andar muchos caminos juntos. Un grupo que desde su personalidad individual, sus formas y modos diferentes, estuvieron unidos en el reconocimiento de una ética y una estética machadiana. Allí se creó una mítica colección poética, "Colliure", y allí se confirmaron amistades personales y literarias que conocerían muchos encuentros, muchas noches, bastantes libros y muchas bebidas.
Hay una foto, una de las fotos "míticas" de nuestra poesía. Abre el número de Ínsula y en ella están Blas de Otero, J.A. Goytisolo, Ángel González, J.A. Valente, Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald. La foto la hizo José María Castellet, el "mestre" como dice Carmen Riera. Y con Caballero Bonald- tan vivo, tan querido- el último superviviente de ese tiempo, de ese país.
La revista no tiene desperdicio. Los artículos de Araceli Iravedra, Gonzalo Soberano, Laura Scararo, Álvaro Salvador, Caballero Bonald o García Montero, entre otros, hacen que sean un número que hay que conservar. Al menos si os interesa la poesía, Machado, la historia y la intrahistoria de cuando entonces. De hace setenta años, cincuenta años, veinte años, y de ayer, sin más lejos. También recomendable para los seguidores de Sabina. O para los que pasan de él.
Hace años, bastantes años, y en amable compañía, estuve ante la tumba de Machado. Nunca lo olvidaré. Hay emociones que te acompañan una vida. Ya había visitado su modesto hotel, recorrido las playas y los caminos dónde se refugiaron los perdedores, los tan queridos, tan cercanos, tan nuestros exiliados de aquella miseria moral de los vencedores, pero al llegar a aquél cementerio, a esa pequeña, humilde tumba, sentí que lo mejor de esa tierra tan rara, tan nuestra, que llamamos España estaba allí enterrado.
Mañana me voy a Baeza, uno de sus pueblos. Seguiré con Machado, espero.