Javier Rioyo
Hace tiempo que sabemos que la poesía admite hasta golondrinas. No han dejado de pasar pájaros y pajarracos. Conozco poesías en las que el protagonista es Torrebruno, aquél bajito italiano que salía por la televisión y cantaba para niños. La poesía, "cuartel de invierno", camino de primavera, hojas de otoño o mar de los veranos, sólo vale cuando es capaz de encontrar su verdad. Unos años atrás leímos a José Luis Rey, poeta y pensador cordobés, que nos había regalado unos cuántos poemas de luz y palabras. Ahora completa ciclo y llama "Volcán vocabulario" a su último libro. Sigue convocando a la poesía para que baje del horizonte y nos pille durmiendo con los ojos abiertos.
Me gustan muchos de sus poemas. Elijo uno con la figura del héroe. Nunca me han gustado muchos los héroes, ni los actos heroicos, algo que no se arregla con la edad. Un descreimiento que aumenta y que amenaza con dejarme a la intemperie, en un mundo ausente de héroes. Al menos nos queda el recuerdo de algún héroe de la infancia. Un héroe, por ejemplo, como el del poema de José Luis Rey. Uno de esos héroes que le vendría bien conocer a Leire Patín para que no confunda a Rodríguez Zapatero con un héroe.
"EL HÉROE
Nadie entendía cómo lo había logrado. No se lo dejaban
tener en clase, y el gorrión frágil se quedaba horas y horas
en la ventana. De vez en cuando volaba, o saltaba asustado
por el ruido de los coches, o se iba a posar sobre el escudo
de hierro barato del ayuntamiento. Pero, en los recreos,
entre clase y clase, el niño le silbaba y el gorrión
domesticado acudía a posarse en su hombro, heraldo vivo
del cielo, y tomaba las migas de pan que su dueño le daba.
Y todos los demás jamás tuvimos admiración tan grande
por un héroe. En círculo, mirábamos a ese niño con su
gorrión en el hombro, emperador de la infancia, alejarse
lentamente por el umbrío pasillo, que se iba llenando de
hierba, como cuentan que ocurre en las leyendas"