
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Allí estábamos, entre churros y chorizos fritos, entre chiringuitos y tatuajes, entre norias y cárceles de mentira, entre coches eléctricos y sidras calientes. Allí fuimos por la llamada de la novela negra. Miles de personas, coches sin aparcamientos, botellones en el puerto, amores a pie de playa, fachas, freaks, progres, amas de casa, residentes en ninguna parte, viajeros de pateras cercanas, vendedores del top manta, modernos piratas, camellos, músicas, gritos y mucha tómbola.
Hace años que sabía la conversión- con las pelas de Pepsi Cola entre otras bebidas poco negras- de la "Semana Negra" de Gijón en una enorme Feria para todos los públicos y hasta altas horas de la noche. Pero ahora no daba crédito. No encontrábamos un solo puesto de libros, nadie que llevara una novela, ni rastro de aquello que era el origen del encuentro. Todo parecía de un realismo sucio festivo, quizá bueno para nuestros narradores, pero agotador para uno que quería moverse entre libros y escritores. Nos dedicamos a la sidra. Nos relajamos. Preguntamos al camarero si en algún lugar había puestos de libros. Dudó. Después reflexionó y aseguró que sí, que por el otro extremo de la feria, creía haber visto algo con libros. Y nos preguntó, entre sorprendido y escéptico: ¿"No me digáis que venís por los libros"?
Nos sentimos raros. Éramos unos freakis, unos tipos raros a los que les gustan los libros.
Ya de retirada, entre agotados y decepcionados, se hizo la luz. ¡Habíamos confundido la entrada! Allí, en la entrada más oficial, al principio de la feria, allí estaban las casetas de libros. No había mucho público, pero sí estaban las tentaciones en negro y otros colores con queridas librerías. Con queridos libreros. El maestro de negritudes Paco Camarasa, nos salvó la noche que se presentaba más que negra.
La Semana Negra demuestra estar muy viva, muy visitada pero los feriantes no dejan ver el bosque de libros. ¿Porqué no llevar lo libresco, con sus charlas y sus puestos al enorme y muy notable edificio de la antigua Universidad Laboral? Entre sus dimensiones de fascismo franquista, con ese lado siniestro y misterioso, al lado de su grandilocuencia, quedaría muy bien una toma civil por los amantes de la literatura negra. Y alrededores.
De los libros que compramos hablaré otro día.