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¿no me digas que venís por los libros?

Por 14 de julio de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Rioyo

 

 

 

Allí estábamos, entre churros y chorizos fritos, entre chiringuitos y tatuajes, entre norias y cárceles de mentira, entre coches eléctricos y sidras calientes. Allí fuimos por la llamada de la novela negra. Miles de personas, coches sin aparcamientos, botellones en el puerto, amores a pie de playa, fachas, freaks, progres, amas de casa, residentes en ninguna parte, viajeros de pateras cercanas, vendedores del top manta, modernos piratas, camellos, músicas, gritos y mucha tómbola.

 

Hace años que sabía  la conversión- con las pelas de Pepsi Cola entre otras bebidas poco negras- de la "Semana Negra" de Gijón en una enorme Feria para todos los públicos y hasta altas horas de la noche. Pero ahora no daba crédito. No encontrábamos un solo puesto de libros, nadie que llevara una novela, ni rastro de aquello que era el origen del encuentro. Todo parecía de un realismo sucio festivo, quizá bueno para nuestros narradores, pero agotador para uno que quería moverse entre libros y escritores. Nos dedicamos a la sidra. Nos relajamos. Preguntamos al camarero si en algún lugar había puestos de libros. Dudó. Después reflexionó y aseguró que sí, que por el otro extremo de la feria, creía haber visto algo con libros. Y nos preguntó, entre sorprendido y escéptico: ¿"No me digáis que venís por los libros"?

Nos sentimos raros. Éramos unos freakis, unos tipos raros a los que les gustan los libros.

Ya de retirada, entre agotados y decepcionados, se hizo la luz. ¡Habíamos confundido la entrada! Allí, en la entrada más oficial, al principio de la feria, allí estaban las casetas de libros. No había mucho público, pero sí estaban las tentaciones en negro y otros colores con queridas librerías. Con queridos libreros. El maestro de negritudes Paco Camarasa, nos salvó la noche que se presentaba más que negra.

La Semana Negra demuestra estar muy viva, muy visitada pero los feriantes no dejan ver el bosque de libros. ¿Porqué no llevar lo libresco, con sus charlas y sus puestos al enorme y muy notable edificio de la antigua Universidad Laboral? Entre sus dimensiones de fascismo franquista, con ese lado siniestro y misterioso, al lado de su grandilocuencia, quedaría muy bien una toma civil por los amantes de la literatura negra. Y alrededores.

De los libros que compramos hablaré otro día.

 

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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