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No hacer nada

Por 10 de marzo de 2010 Sin comentarios

Javier Rioyo

 

 

Estoy muy ocupado reflexionando sobre el placer de no hacer nada. Lo vengo practicando, trabajando, hace muchos ocios. Lo complicado convertirlo en negocio. Al menos sacar unas rentas que nos permitan vivir como "un Pepín Bello" de nuestro tiempo. No es fácil, es todo un arte. Y para destacar en algún arte hay que ser un artista. No paso de artesano del encuentro. Ahora he tropezado con la reedición  de una de las pequeñas delicias mordaces del imprescindible Oscar Wilde. Gracias a la editorial "Rey Lear", y con nueva traducción, hemos vuelto en un momento oportuno a esta perla llamada "La importancia de no hacer nada". Después vendría "La importancia de discutirlo todo" y un poco antes había publicado "El retrato de Dorian Gray". Año importante para llamarse Oscar.

El breve ensayo sobre el placer de no hacer está forjado con la mejor ironía del autor, con ese arte para colar con humor serios pensamientos, con esa habilidad para hacer brillantes frases que caen en el texto como deliciosos engreimientos literarios,  invitaciones a un placer que se desvanece con la delicia del mejor cigarrillo. Como el humo elegante de uno de esos pitillos que te proporcionaban el encanto de dejarte insatisfecho. Todavía me acuerdo. Y en la superficie, y en el fondo, una muy ingeniosa reflexión sobre la razón y el sentido de la crítica. Sobre críticos tan auténticos, éticos e imparciales que nunca se dejarían influenciar por presiones, compras o invitaciones. Y sobre los otros, sobre los normales, sobre esos a los que una invitación adecuada puede hacer cambiar la opinión, "hay cenas que ejercen sutiles influencias".

 Se defiende al crítico frente al creador. "Cualquiera puede escribir una novela en tres volúmenes. Sólo se necesita una ignorancia absoluta de lo que son la vida y la literatura…Es mucho más difícil hablar de una cosa que hacerla". Y sabe bien de qué está hablando, aunque podría estar hablando de aquí y de ahora. No han cambiado tanto ni los autores, ni los críticos. "Se ha dicho a veces que no leen hasta el final las obras que les piden criticar. Y no lo hacen. Al menos no deberían hacerlo…Y tampoco es que sea necesario. Para conocer la cosecha y  calidad de un vino no hace falta beberse un barril entero. Media hora de lectura debería bastar para saber si un libro vale algo o nada. En realidad basta con diez minutos…"

¿Cómo no querer a Oscar Wilde?   Capaz de no disimular algunas de sus pasiones. Caer en ellas, y seguir, insistir, volver…hasta la prisión, hasta la muerte, pero ni un paso más. Tuvo erotismos distintos a los nuestros, pero le entendemos muy bien. Siempre a favor del dulce pecar. "Lo que llaman pecado es un elemento esencial del progreso. Sin el pecado, el mundo se estancaría, envejecería, se volvería gris…Nos salva de la monotonía de la especie al reafirmar el individualismo"

En fin lo dejo, con mis gracias al editor, al mismo del que me tendré que ocupar dentro de unos días porque ha traducido la novela preferida por Hitler, y eso no me lo pierdo. Me voy a mi media hora de lectura. No más, que tengo que hacer un poco de periodismo. Dos oficios muy diferentes. "El periodismo es ilegible y la literatura no se lee". Creo que me haré crítico, me gustan las artes mayores. Y bien remuneradas.

 

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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