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MONTEVIDEO

Por 9 de abril de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Es mi segundo viaje a una de las ciudades más tranquilas de América, posiblemente del mundo. No quiero decir que no haya algunos problemas de seguridad, los centros urbanos de los países con bolsas marginales -¿y dónde no?- tienen que pagar esas cuotas de la incertidumbre de cualquier paseo nocturno. Más bien abstenerse del paseo. A no ser que no sea como esos personajes malevos, esos tipos bravos urbanos, amantes de la vida de los puertos, de la vida de bronce de los visitantes de conventillos. En el otro lado del río de la Plata, en el Buenos Aires de otros tiempos cantaron Carlos de la Púa, Evaristo Carriego o Borges. Ese ambiente tan literario, tan canalla, lleno de peligros inconcretos o de aventuras imaginarias, es el que uno adivina por la zona portuaria de Montevideo. Lo que en otros lugares, otras ciudades, parece territorio del pasado, de la literatura, aquí parece habitar los prohibidos barrios bajos.

Boliches, cafés, bares, que siguen siendo los mejores representantes de una ciudad en extinción, de una forma de vida que aquí parece todavía parada en los años 50. También me recuerda a la España de los años de silencio, la España que contaban aquella generación del 50. Pero en  España, en aquellos tiempos, salvo la excepción de Mario Lacruz, Pedrolo y el primer Vázquez Montalbán- el de “Tatuaje”- nadie sacaba partido a esos ambientes que nos acercaban a los escenarios de la novela negra. Todavía Montevideo parece el escenario natural de alguna novela negra. Tiene decadencia en su esplendor agrietado, mantiene misterio en sus calles que bajan al puerto, los bares están decorando la vida de un pasado remoto. Y tiene pobreza y dignidad. También es una ciudad poco divertida, más allá de sus varios casinos y otros centros de diversión previsible y de decorado, lo cual hace más interesantes a sus habitantes. Es una ciudad con muchas librerías, sobre todo, con muchas librerías de viejo. Un placer. También, y eso siempre nos fascinó, es la ciudad dónde nació Lautremont. Además fue la ciudad de la que salió, de la que escapó para no volver, en los terribles, largos años de capital de una sórdida dictadura, el que mejor la supo contar, Juan Carlos Onetti. Él la llamó Santa María. Montevideo es, sigue siendo, Santa María.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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