Javier Rioyo
En NYC hay algunas de las mejores librerías del mundo. También para los buscadores de ediciones raras, perdidas, descatalogadas o primeras. Lo malo, no es ya que casi todo esté en inglés, sino que los precios están, generalmente, en su valor de mercado. No siempre, no en todas. Siempre hay lugares para la ganga, premio para el buscador o despiste del librero. Eduardo Lago encontró la primera edición de su/mi querido Alfau de Locos. La edición de Nueva York, en inglés, Locos. A comedy of gestures. Esa misma edición que subyugó a la fascinante Mary McCarthy y que hizo que la escritora se enamorara de España por ese libro. Esa edición, mítica, y firmada por su autor, Lago la encontró por tres dólares.
También cuenta un profesor, y poeta, español y desde hace décadas de NY, Hilario Barrero, sus encuentros casuales con libros muy queridos, muy buscados a precios de auténtico saldo. No es lo común. No es fácil en las más conocidas, muy profesionales, de viejo en Nueva York. Ni en casi ningún lugar del mundo. Sólo queda la esperanza de los “rastros”, eso sí, hay que madrugar para ganar las búsquedas de Andrés Trapiello y Juan Manuel Bonet. Aún así, el citado Hilario Barredo tiene un libro, una diario, publicado por los asturianos de “Libros del Pexe”, donde se dan muy buenas direcciones de librerías de viejo en NYC.
El día antes de mi regreso volví por una conocida librería española de Manhattan. La última grande, la última con un fondo interesante. Más de una vez en esa librería de la calle Catorce, “Lectorum”, he comprado perdidas ediciones españolas. Y otros muchos libros de los que escriben en mi idioma, no importa desde qué país. Una buena librería que estaba a punto de cumplir cincuenta años. Digo estaba a punto porque ya nunca lo hará. Si nadie lo impide el día 28 de este mes cerrará la librería de referencia para los lectores en español de NY. La muerte de ese paisaje es un síntoma. No importa la literatura, que era lo que importaba más en “Lectorum”. Importan los libros y esos se compran en cualquier lado. Ahora es cuando más español se habla en Estados Unidos, pensaba que era cuando más de leía. No debe ser así. O no leen, o lo que leen lo encuentran en otras superficies. Las clásicas librerías, también están teniendo problemas.
La tristeza del cierre de “Lectorum”, se compensa con la reapertura de una de las librerías míticas madrileñas, “Fuentetaja”. Después de vivir un largo letargo en su calle de San Bernardo, después de dar síntomas de pasar a otra vida, peor por inexistente, ha sido capaz de renacer de sus cenizas, del polvo de sus libros. Serán polvo, más polvo enamorado. Me alegro del renacimiento de una librería de referencia. No fue mi librería preferida pero siempre fue una alegría su existencia. La tengo más asociada a tiempos de búsqueda de libros prohibidos. Quizá fue aquella su gran época. Después, al menos para mí, hubo otras librerías que me fueron, me son más cercanas. A cada uno sus librerías. Yo tengo tres de cabecera. “Visor”, la muy querida de Chus Visor. La de su hermano Miguel, la primera de tantas cosas, “Antonio Machado”, con el amigo Miguel Hernández a pie de estanterías. Y la de Antonio Méndez, que tan cerca de casa, tan cálida y tan viva está. Que sigan. Y, ¡viva Fuentetaja! Otro día hablamos de las librerías de viejo madrileñas. Esa es otra historia. O de las librerías en otros lugares de nuestro pequeño mundo.