
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Sin ningún afán de polemizar diré algo sobre Ayala como un español de "derechas", tal como lo define un paseante por éstas páginas. Somos dueños de nuestros errores. También de nuestras convicciones. Los unos y las otras, los errores y las convicciones, son producto de nuestras ideas que muchas veces se forjan tan libres como osadas.
Nunca diría muy convencido que Francisco Ayala es un hombre de izquierdas. Al menos no de la manera "ortodoxa" en que entendíamos el ser de izquierdas. Quizá, siendo un tanto heterodoxos y generosos a la hora de entender que fueron las izquierdas, sí podríamos situar a Ayala en las izquierdas. En una izquierda no marxista. Que también podría ser tachada de liberal, burguesa, ilustrada, republicana y atea. Una izquierda culta, de café y preocupaciones sociales, que se agrupó en torno a Manuel Azaña. Se que tuvo muchos encuentros, y bastantes distancias, con el pensamiento de Ortega. Fue unos de sus maestros, pero un maestro cuestionado. Como cuestionado fue el escritor Azaña. Tanto como el político. Pero en esas cercanías, entre esos pensamientos políticos y culturales se movía el siempre independiente Ayala.
Lo se de primera mano, por haberle escuchado muchas horas hablar de esos españoles, de sus ideas y de sus obras. De segunda mano por leer a Ayala. Y de tercera por leer y escuchar a los mejores conocedores de su obra y su vida.
El joven Ayala, que nunca dejó de tener algo de joven maduro, irónico y muy serio, se mostró feliz, pero también independiente y sin euforias exteriores, con la llegada de la república. Aunque no quisiera pasear eufórico ondeando su bandera. Siempre fue de una independencia más allá de toda algarabía. Colaboró en sus intentos modernizadores, trabajó para ella en tiempos de paz y lo siguió haciendo en tiempos de guerra. Voluntariamente regresa del tranquilo Chile para ponerse al servicio de la República en guerra. Ya hemos contado las muertes de la familia. Después vendrían los exilios.
Se mantuvo a distancia física y moral del franquismo y de la derecha española. De la de entonces y de la de ahora. Vivió de sus escritos y de sus clases. Quizá como un pequeño burgués ilustrado. Nunca se arrodilló ni ética, ni estéticamente. Quizá se le puede considerar de la derecha si el beber uno o dos whiskies al día son rituales de derechas. O si el placer por algún buen vino, alguna comida tradicional, una formal elegancia en el vestir y la admiración por hermosas mujeres fueran patrimonio de la derecha. Como no lo creemos así, tampoco creeremos que Ayala fuera de "derechas". Ni lo fue ni se le esperó.