
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Hace tiempo que no escucho en directo a Leonard Cohen. Esta noche lo haré en Vigo y pocas cosas me pueden prometer placeres como el de escuchar su voz. Su ronca voz que me acompaña desde que éramos casi adolescentes. El pertenece a esos poetas que cantan cosas que tienen que ver con nosotros, con nuestros sentimientos, con nuestro mundo, nuestros amores, nuestros deseos. Esta noche estará bien, así se llama una de sus más hermosas canciones, una canción hermosa como una suave, dulce, salada noche de amor. Me gusta Cohen por lo que dice, por como lo dice, por lo que es y por lo que parece. Me gusta que le guste Lorca, ¡sería imposible que no le gustara! Me gusta que se puedan tener setenta y cinco años y seguir siendo como aparenta ser. Me gustan las canciones de Cohen, sus poemas y ese que robó a Lorca. Me gusta Cohen cantado por Enrique Morente.
"Solo soy una estación en tu camino, yo se que no soy tu amante". Pero nos hace desear ser muchas estaciones, recorrer muchos caminos, tener muchos amores. Me emociona Cohen. Nunca olvidaré la primera vez que escuché su voz. Allí estaba entre los grandes del rock, del pop, de las músicas libres en el festival en el que todo el mundo quería estar. El, delgado, elegante, susurrante, un poco ronco y cantando: "Ahora Suzanne te toma de la mano y te conduce al río…y el sol se derrama como miel sobre nuestra señora del puerto y ella te enseña dónde mirar entre la basura y las flores…". Hoy, esta noche, otra vez soñaremos con Suzanne.
Mañana seré el que anoche escuchó cantar a Leonard Cohen.