
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Volver de vez en cuando a Flaubert, quiero decir volver a sus libros. Y volver por el recuerdo de "Salambó" o porque hay una pequeña delicia editorial- otra vez publicada por la gran pequeña editorial "Periférica"- es una pequeña biografía, un homenaje de alumno cercano, de disimulado alumno, nada menos que de Guy de Maupassant. En ese breve libro se nos acercan manías cotidianas, sueños y realidades de ese gigante literario que era Flaubert. Empezó- como todo el mundo- escribiendo para gustar más y terminó escribiendo atrapado por esa orgía de disfrutar con la escritura. "Toda su existencia, todos sus placeres, casi todas sus aventuras fueron mentales". Un gran aventurero, un ser humano tan cercano que a veces, para no ponerse sentimental escribiendo, le da al Burdeos "para atontarme un poco".
Maupassant también hace una selección de textos que recortaba, que guardaba para utilizar en su trabajo. Por ejemplo de Gausme, "Catecismo de la perseverancia": "es una maravilla que los peces puedan nacer y vivir en el agua del mar, que es salada, y que su especie no se haya extinguido hace tiempo"
O este otro de "Armonías de la naturaleza" de Bernardin de Sain Pierre : "Al melón la naturaleza lo ha dividido en rajas con el fin de que pueda ser comido en familia: la calabaza, al ser más gruesa, puede comerse por los vecinos".
Genial, recortar ideas peregrinas para convertirlas en otra cosa.