Iván Thays
Amelie Nothomb. Fuente: revistañ Quienes leen Moleskine Literario desde sus inicios sabrán que la belga Amélie Nothomb no es una escritora que me interese demasiado. La lectura de Estupor y temblores, su más exitosa novela hasta el momento, me dejó con estupor y temblores: el racismo era asfixiante, la burla y ridiculización contra los japoneses fue demasiado obvia. Algo de eso me ocurrió cuando vi la película de Sofía Coppola Perdidos en Tokyo, aunque de eso no voy a hablar más porque siempre que lo comento en voz alta pierdo un amigo o amiga. Supongo que va a pasar mucho tiempo antes de que Europa y EEUU vea a Japón (y a los «excéntricos» japoneses) como algo más complejo que un país que se hizo millonario vendiendo cámaras de fotos. Pero nunca debe uno cerrar las puertas a nada. La nueva novela que publica Anagrama de Nothomb, quien está en España promocionándola, Ni de Eva ni de Adán, vuelve al territorio japonés (que ella conoce bien pues vivió varios años allá con sus padres y luego sola). La leeré para saber si ahora sí logra superar el prejuicio y nos entrega una buena novela. Pero por sus declaraciones de ayer, no guardo demasiada esperanza.Para que nada falte, asegura que ayer comenzó a escribir en Barcelona su novela número 66, pero que sólo ha publicado 17 y quiere que el resto permanezcan secretas incluso tras su muerte, para lo que baraja desde enviarlas a la Biblioteca Vaticana hasta publicarlas en La Pléiade. El remate quizá es que algunos de sus relatos autobiográficos se ambientan en Japón, donde nació, pasó sus primeros años, regresó en 1989, se enamoró y, según se mire, desafortunadamente, trabajó. «Todos los malos tratos posibles estaban permitidos en las empresas japonesas excepto uno, despedirte, que era como matar a alguien. En eso resultaban modélicos, pero se acabó». La humillación que sufrió en su trabajo la llevó a escribir con disciplina, y la historia de sus vejaciones daría origen años después a su éxito Estupor y temblores (Anagrama). Ahora la sociedad japonesa y sus estereotipos son el trasfondo de Ni de Eva ni de Adán.»La primera ministra Édith Cresson comparó a los japoneses con hormigas. Se les ve como robots. Una afirmación que no resiste a mi libro, donde todo lo que explico sucedió y todos tienen personalidad, incluso en la empresa». Eso sí: afirma que la vida en Japón es como «sucesivas duchas escocesas», porque «hasta los tres años los niños son como pequeñas divinidades», pero luego «la primera escuela es un pequeño ejército donde tienes que obedecer a silbatos y banderitas. En general, hasta los 18 años en la escuela se vive como en un ejército, y creo que eso está ligado a la dificultad de su escritura: necesitan 12 años para aprender sus magníficos ideogramas». Le sigue «la universidad, espacio de libertad, y, finalmente, la empresa, un horror donde te pueden tratar como a un esclavo». Está segura de que la crisis que vive Japón hace años obligará a una transformación, pero cree que será muy difícil «porque no es un pueblo para cambios profundos, estructurales. Es increíble que un país tan inteligente para comprender la importancia de la flexibilidad en las artes marciales no sé dé cuenta de que con su rigidez social no va a ninguna parte», concluye.