Javier Rioyo
Siempre he sido muy poco patriota. Me encontraba del lado de Julio Ramón Ribeyro y de sus prosas apátridas. Después me di cuenta que Ribeyro, tantos años de exilio, tantos flaneos parisinos y seguía siendo muy de Lima, muy del Perú, muy de su patria negada. Creo que me pasa un poco lo mismo pero sin exilio. Desde luego nunca elegiría vivir en la patria que dibujan, reivindican, chulean y secuestran todos esos antinacionalistas, todos esos tan españoles, que han sido, que siguen siendo dueños de las esencias patrias, de las tierras, los negocios y los ladrillos. Tendré que convivir con ellos. Incluso tendré que ser gobernado por ellos, pero no seré de ellos.
Acabo de escuchar al llamado líder de la oposición. Por alguna razón masoquista me he quedado escuchándolo. Incluso he visto sus gestos. Sus inflexiones y su discurso de cerril. De españolismo primario. Siento mucho haber dejado durante demasiado tiempo la novela de Darío Jaramillo –La voz interior– y los pensamientos sueltos del diario del ayer citado José Carlos Llop. Tiempo perdido escuchando a esos que todavía tienen la idea de una hora española pasada por confesonarios. ¿No estábamos ya en otra hora?
Otra hora española me encuentro en la poesía de Mercedes Cebrián. Siempre es un placer la lectura de esta joven tan aguda -quise mucho su anterior libro, El malestar al alcance de todos– y sigo queriendo el nuevo, este Mercado común que también está en la editorial que Constantino Bértolo pensó para entrar o salir de la ciudad sitiada, Caballo de Troya. En el libro de Cebrián hay mucho acercamiento a otras horas españolas: “La hora española es la hora/ indudable, la que nos clava/ en la edad indudable. Hora y edad/ están emparentadas. Hora y duda también…”
Yo dudo de todos los patriotas. Aunque lo sea a mi manera. A esa manera que me haría estar cerca de Baroja, como cerca de Ribeyro, de Jaramillo, de Cebrián o de Llop. La patria de a los que les gusta leer. Con esa patria me basta. Luego tengo mi hora española. Que no es la de la oposición, ni la del Gobierno, pero que podría convivir con unos y no con otros. “El nacionalismo se fundamenta en el quiénes somos para evitar preguntarse quién soy yo”, eso dice Llop. Yo creo que debe ser algo más complicado. Yo me pregunto quiénes somos y no sé decirlo. Pero me pregunto quién soy yo y estoy mucho más perdido.
Todavía tiemblo con algunos que usan mucho el nombre de España. Recuerdo aquellos versos de León Felipe: “¡España, España!/ Todos pensaban/ -el hombre, la Historia y la fábula-/ todos pensaban que ibas a terminar en una llama… y has terminado en una charca”. No quiero olvidar quiénes son los herederos de la construcción de España como charca.
Buscaré compañeros para estas horas españolas. Para estas muchas horas españolas que espero me sigan quedando.