Javier Rioyo
Se llama Luis Leante, hace dos años ganó el Premio Alfaguara – el mismo que ayer consiguió el poeta y narrador argentino/español y granadino, Andrés Neuman- con una hermosa novela de amores y desamores "Mira si yo te querré". Entonces conocimos al escritor y profesor Leante. Ya sabíamos de él por alguna amiga alicantina. Es un hombre afable, buen conversador, muy buen lector, con un humor tranquilo como su apariencia. Un gran hombre- dos metros- que daba sensación de un hombre tranquilo.
Todos, también los tranquilos, tenemos fantasmas pero los dejamos en el interior, como las guerras con nuestras entrañas, como la carne en verano en las carnicerías. Normalmente no mostramos, por educación, por control, por varias razones, el hombre irritado que llevamos dentro. En su última novela, "La luna roja" dice un personaje de Leante: "Hay dos tipos de personas…Unas, las que hacen que el mundo se mueva; otras las que reflexionan sobre cómo debe moverse el mundo. Las dos son necesarias. De lo contrario, dejaríamos de existir" Leante, el profesor, el escritor, era de las segundas. Un reflexivo capaz de explicarnos mundos, los suyos y otros imaginarios.
Ahora, después de tres años de acoso laboral en palabras de Leante por parte de una directora de Instituto, el tranquilo Leante pasó a ser uno de los que hacen que el mundo se mueva. Reaccionó irritado, poco reflexivo, y en arrebato de nervios arrancó las cámaras que vigilaban las vidas escolares de alumnos y profesores. Una instalación siempre polémica, y francamente sospechosa cuando no es consensuada. ¿Es posible que haya profesores, cargos o directores de Institutos que prefieran el control que el diálogo? ¿Es posible ser director de un Instituto sin que te gusten los escritores, ni las lecturas, ni la gente que reflexiona? ¡Qué rara, qué complicada está la enseñanza!
El profesor Luis Leante, el escritor, está pendiente de juicio. Pasó dos días incomunicado en los calabozos en compañía de toxicómanos y otros pobres privados de libertad. Está ahora en espera de juicio, en libertad condicional y sin poder moverse, sin el debido permiso, de su ciudad. Un escritor en apuros. Cómo también está en apuros la enseñanza en España. La justicia. Y la actuación de algunos policías. Un día como hoy nació Larra. Escribir en España a veces es llorar, otras sorprenderse y, algunas veces, te puede llevar a la cárcel. No hay tiempo para el aburrimiento. Esperemos que llegue la razón, la reflexión, aunque sea más aburrida que la acción.