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EL CLUB DE LOS FALTOS DE CARIÑO

Por 9 de febrero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Es mi club, creo que es también el club de mucha gente, pero ante todo nada de quejas. No se admiten quejas, ni plañideros. En el club, aunque no haya muchos motivos, se tiene que estar dispuesto a espantar la melancolía con cualquier excusa. No me hago de ningún club, ya recuerdan aquello de Groucho Marx, pero me siento sentimentalmente vinculado a éste que creó Manu Legineche hace 40 años y un día. Y dice que él sigue en el club. Que sigue creciendo, los últimos en ingresar han sido una gata llamada Muki y un pato, llamado Toribio. Todos residentes en Brihuega, provincia de Guadalajara. Allí se refugió hace años el añorado Manu, entre las ruinas de su inteligencia, en un viejo palacio que llaman “la casa del gramático”. Muchas veces le recuerdo. No tuve un trato muy cercano con él pero siempre me gustó lo que escribía, lo que contaba, sus amigos y su manera feliz de disimular la soledad. Ahora acaba de publicar un libro, un diario o algo parecido, que está lleno de inteligencia y de sensibilidad nada sensiblera. Ha puesto nombre a sus árboles. Pio Baroja al nogal, Miguel Delibes al ciprés, a un laurel Unamuno, al pino Azorín, a la higuera Hemingway y a un ciruelo Joseph Pla. Algunos nombres están claros, a otros habría que verlos para entenderlo.

El libro, repito, es una delicia se abra por donde se abra. Por ejemplo yo les voy a copiar un poco de la voz dedicada al jardín.

“El jardín.

”Naces en la aldea y vuelves a ella. Como Homero, prefieres la pequeña isla de Aarón a las cien ciudades de Creta. En el fondo todos somos exiliados de nosotros mismos. En este jardín cabe entero el ‘Cántico’ de Jorge Guillén…

”No temas si vacías tu fragante copa, pues hay una taberna allende el claro del río. Lo que crece, el árbol -dice Yutang- es siempre más hermoso que lo que se construye”.

Está más en alza lo que se construye, como sea, donde sea, que lo que crece. El goce de los pinos para el sabio chino representa el silencio, la majestad y el desasimiento de la vida. El pino lo comprende todo, pero no habla y en ello radica su misterio y su grandeza. El ciruelo simboliza para los hijos del Imperio de Centro la pureza de carácter. Es la flor del poeta. El sauce hace sentimental al hombre e invita al chirrido de las cigarras. Las rosas invitan a las nubes, los pinos al viento, los bananeros llaman a la lluvia. Las flores hay que bañarlas cuando están dormidas….

La auténtica felicidad es barata, o tiene que serlo, si bien entiendo que haya quienes sigan la recomendación del arquitecto Frank LLoyd Wrhight: “Dadme el lujo y renuncio a la necesidad”

Hoy me había levantado más Leguineche, pero, sinceramente, me gustaría saborear eso que pide LLoyd Wrhight. No debe saber mal.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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