Javier Rioyo
El día de la lluviosa inauguración de la Feria del Libro de Madrid estuve en Burgos. La ciudad castellana también inauguraba su Feria del Libro, en el Paseo del Espolón, al lado de la historia de Castilla. Una de las más tristes historias de la historia. Pero esa es otra historia. Era el día que discutían en los medios sobre la autenticidad de la espada Tizona, una de las espadas del Cid. Por lo que cuentan los castellano/leoneses, los populares en gobierno han pagado una cifra desmesurada por una espada que seguramente no fue la del guerrero castellano. La quieren exhibir en la Catedral. Toda la lógica de la España antigua, las armas y los rezos. Las letras están en otra parte.
En Burgos, en la Feria del Libro, volví a comprar, para regalar, una de las novelas más interesantes de los últimos tiempos en nuestro país, la del burgalés Oscar Esquivias, Inquietud en el paraíso. Primera de su trilogía dantesca en la preguerra y guerra española en Burgos. Todavía no está publicada la tercera, una excursión por los infiernos. No tengo idea de a qué época nos trasladará. El infierno puede estar en todas las épocas.
Excelentes esas dos novelas del escritor Esquivias, la segunda se llama La ciudad del Gran Rey. En las dos hay milicia y catedral, como no podría ser de otra manera en esa ciudad. Hay otras muchas cosas en ese mundo provinciano que durante unos meses fue el centro del mal: la capital del imperio franquista. También ese día casi veraniego, soleado, de Feria del Libro, Burgos era una ciudad amable, tranquila e invitadora al paseo. No muy diferente del aspecto que tenía en los días previos al 18 de Julio de 1936, en las fechas en que transcurre la primera de las novelas de Esquivias. Un buen regalo para estos días de ferias y libros.
Y de feria en feria, como los titiriteros. Ahora en la de Madrid, en mi querido parque de El Retiro. La mañana, que terminó con lluvia, empezó con el esplendor de Inka Martí, una de las más hermosas lectoras que conozco. Sigue siendo una belleza pop, una mujer escapada de un cuadro de Lichtenstein. Hay quien opina que está fugada de un relato gótico y otros creen que vino de alguno de los cuentos del Rey Arturo, sea lo que sea, viniera de donde viniera, el caso es que está casada con Jacobo Stuart, antes Siruela, ahora el editor de Atalanta. Un verdadero experto en literatura fantástica, en realidades daimónicas, en fantasmas y en vampiros. Y sin embargo el hombre que se ha llevado a esa princesa rubia a su particular castillo. Al menos seguiremos suspirando y riendo con la presencia de Inka. Una mujer inquietantemente deliciosa. Hay algunos seres así. El otro día, después de vencer su silencio, yo conocí a una. No era rubia. Pero era, es, lectora. Esas cosas fantásticas existen, pasan, incluso alguna vez se aparecen. Me gusta la literatura fantástica. De esa literatura, de un libro, una novela de vampiros españoles quería haber hablado hoy. Lo haré mañana. Es otro de los libros que me llevaron a la Feria. Hoy me quedo con dulces sueños. Mañana hablaré de los vampiros del sur. También existen.