Javier Rioyo
Me gustan sus antipoemas. Y sus poemas. Me gusta su capacidad para provocar a los académicos y su manera de burlarse de muchos, de casi todos y de sí mismo. Me alegra leer los versos más alegres esta noche, antes de dormirme. Escribir, por ejemplo: "Veo que están bostezando: / No importa/ Bienaventurados los que tienen sueño. Porque no tardarán en quedarse dormidos". Nada de noches estrelladas, ni de bellos poemas de amor, ni canciones desesperadas. Nicanor Parra, de él estoy hablando, que sigue durmiendo poco, es de los grandes poetas vivos en nuestra lengua. En la más suelta de las lenguas, en la lengua absuelta de su manera desmitificadora de acercarse a la poesía.
Hoy me han dado la alegría lectora con la llegada de esa antología de Parra que se llama "Parranda larga". Libro para sacar por las noches, también por el día, y caprichosamente abrirlo por dónde el destino quiera.
Dicen que ya no ganará el Premio Cervantes, apenas tiene 96 años pero parece que no está dispuesto para el viaje. Cuando recibió el Premio Juan Rulfo, en Guadalajara, México, en 1991, ya empezó a bromear con su salud. Aunque dejó escrito el llamado "Discurso de Guadalajara: afonía total/ Huelo + a cipreses que a laureles"
En los años ochenta fui a Santiago de Chile con sus "Hojas de parra" y con deseos de hablar con él, estaba fuera. Me tuve que conformar con escuchar canciones de su hermana Violeta cantadas por sus sobrinos. Nada que ver. Me engañaron en el cambio.
Nicanor sabe de buenos cambios: "Cambio lola de 30/ por dos viejas de 15…Cambio gato enfermo de meningitis/ por aguafuerte del siglo XVIII…"
Un buen maestro de poetas, buen consejero de vida y de milagros. En poesía se permite todo: "…Alimentar abejas con hiel / Inocular el semen por la boca / Arrodillarse en un charco de sangre / Estornudar en la capilla ardiente /Ordeñar una vaca / Y lanzarle su propia leche por la cabeza"
Me gustan los chilenos. Me gustan los poetas chilenos. Nicanor y sus contrarios. Hoy toca Parra. Y hoy nos reconocemos en nuestros queridos chilenos, tan acostumbrados a vivir convulsamente, tan distintos de los argentinos, de los españoles y tan parecidos.
Me voy pero les dejo con otro poema. Ese dedicado a su patria llamado "Chile:
Llegan a los 40 con barriga / Andan a salivazos con el cielo / No reconocen méritos a nadie / Dicen estar enfermos y están sanos/ Y lo peor de todo/ Dejan papeles sucios en el prado"
Me gusta este poeta incapacitado para vivir en paraísos con tontos solemnes.