Javier Rioyo
“Lo extraordinario no es que recordemos, sino que olvidemos”… ¿Quién dijo eso? No sé no importa. Yo lo encontré en Banville, y él no recordaba o no quería dar la procedencia de la cita.
Yo me he encontrado en ese libro de Ortega, Notas del vago estío, reflexiones sobre el tiempo, las épocas, lo militar o lo civil que me hacen pararme en la lectura. Que me obligan al pensamiento. No es malo entre tantas lecturas para el olvido. Tenía estilo y clarividencia. También cercanía para lo profundo. Ayer, leyendo esas casi utópicas propuestas del borrador del PSOE para el mandato de la Corporación de RTVE, leyendo eso de querer participar en la “construcción de la identidad y la vertebración de España”, era lógico recordar a Ortega. Pero no pude evitar pensar en los responsables de construir esa identidad. Entonces no sé si me dio más pena o más risa.
Me gustaría equivocarme pero me parece, por decirlo de manera suave, un poco menos que imposible. Más o menos como en aquella canción de Moustaki en que se decretaba el estado de felicidad permanente. El mundo no es así, no obedece a los decretos. La felicidad no se consigue con leyes. Ni la vertebración de España con decretos.
Dice Ortega, “…las épocas de ágora, plazuela, academia y parlamento, en que vagamente se imagina el mundo como algo obediente a leyes municipales, donde la pequeña inteligencia del hombre lo decide todo, sin niebla ni misterio. Son, sin duda, épocas claras, pero pobres, sin jugo”
Cuando Ortega lo escribió no existía la televisión. Leído ahora el primer mandato para la nueva Corporación de RTVE, no se le hubiera ocurrido no ya al más optimista de los “orteguianos” sino al más utópico de los seguidores de Emilio Lledó. Ni siquiera al mismísimo inteligente, socrático y hombre sin televisión, a ese pensador feliz que es Emilio Lledó. En fin, veremos. Ojalá que se equivoque.