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BUENA/MALA EDUCACIÓN

Por 19 de diciembre de 2006 Sin comentarios

Javier Rioyo

Muchas veces tengo la sensación de que por delicadeza, una forma de educación, he perdido muchas cosas en mi vida. Quizá no hayan sido tantas, es posible que no muy importantes, pero una, dos, tres, mil veces he tenido la sensación de perder el tiempo. De dedicar el tiempo llamado libre -incluso el otro, el que no es libre, el atado al deber, a las obligaciones, a los trabajos y los días- a cosas, gentes, conversaciones, entretenimientos y otros menesteres que me interesaban entre poco y nada. Pero uno, por la educación, la costumbre o los hábitos sociales, termina haciendo lo contrario de lo que desea. Muchas veces me propongo no hacer caso a la cantidad de “pesados” que uno se va tropezando en su vida. No siempre lo consigo. Es más, yo diría que casi nunca. Admiro a los que se saben liberar de los “plastas”. No conozco el truco.

Por educación muchas veces no decimos lo que pensamos. Incluso decimos lo contrario de lo que pensamos. Por educación no somos críticos. Incluso no criticamos al crítico que tantos méritos hace. Por educación, por delicadeza, perdemos nuestro tiempo.

Sin embargo, el otro día, una tranquila tarde en que me disponía a disfrutar de dos horas y media de lectura en un tren, uno de los mejores lugares públicos para estar a solas con nuestros libros -incluso teniendo que soportar las variadas estupideces que se escuchan desde móviles ajenos-, elegí asiento individual. Si los móviles se ponen antipáticos, una música muy familiar -para no entretenernos- puede sonar en nuestro i pod. Así, más o menos aislado del resto del vagón, con buen libro y un buen whisky con hielo, me disponía a pasar dos horas y media en compañía de Borges visto desde los diarios de Adolfo Bioy Casares. Estaba disfrutando de las pequeñas y grandes maldades. De las historias grandes y de las pequeñas. Me estaba riendo con ese niño que confundió a dos monjas con dos pingüinos… y noto que alguien me saluda, es el intelectual, psiquiatra, académico y memorialista Carlos Castilla del Pino. Sin duda una figura humana e intelectual que me merece todo el respeto y la admiración. Algunas veces he tenido la ocasión de hablar con él de cultura, de música, de historia de este país o de amigos escritores y siempre me ha parecido sugestivo y brillante. Aunque nunca consigo librarme de la sensación de estar siendo estudiado. Más de una vez fui a algunas de sus charlas. Pero esa tarde, precisamente esa tarde de tren en que tenía la oportunidad de conversar con él durante más de dos horas, lo único que quería era seguir en la sola compañía de mi lectura. Llegó un momento delicado. Después de hablar unos minutos en el pasillo, Castilla del Pino me ofreció sentarme a su lado y continuar la conversación… ¿Qué hacer? Como dijo Lenin… Ya me imaginaba entretenido y teniendo que agotarme en mi esfuerzo por mentir. No me gusta tener que decir la verdad a los psiquiatras. Lo normal, lo educado, quizá también lo inteligente, hubiera sido saber usar esas dos horas al lado de un maestro… Pero no sé qué me pasó, cuál fue mi resorte secreto que me escuché diciendo al admirado Castilla: “mira Carlos, veo que llevas un extraordinario libro -las obras completas de Kafka en la edición de Galaxia Gutemberg- y yo estoy enfrascado en este de Bioy Casares… creo que deberíamos seguir como si no nos hubiéramos encontrado”… El sabio sonrío y me dijo: “tienes razón”. Creo que esa tarde gané una batalla. Quizá perdí la oportunidad de una lúcida charla con un intelectual de gran talla. Pero os aseguro que el libro de Bioy sobre lo cotidiano con su amigo Borges mereció la pena.

Otro día, si nada me entretiene, hablaré de Borges. Y de su viuda, María Kodama.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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