Javier Rioyo
El otro día en el suplemento Babelia, dedicado a Alberti y a los ochenta años de la generación del 27, se publicaban tres poemas inéditos de Alberti. Primerizos poemas, poemas que vivieron en el olvido y que una vez rescatados, encontrados por el trabajo del azar de una investigadora, el poeta -aunque ilusionado con el encuentro- no los quiso publicar. Veinte años después se publican. Hoy el poeta ya no puede decir nada. No puede aplaudir la publicación. Ni la puede negar. No se puede alegrar, ni se puede quejar. ¿Quién decide que se publiquen? ¿Está bien publicarlos? ¿Nos ayudan a conocer mejor su obra, su vida? Tengo muchos más interrogantes y no tengo respuestas claras. Es una pregunta que me hago, que hago a todos los que se interesen por el creador, por su poesía, por su vida. ¿Debemos contradecir los deseos del autor una vez que este está muerto?
Si Max Brod hubiera seguido al pie de la letra las instrucciones de su amigo Frank Kafka para el destino de sus textos después de muerto, no hubiéramos conocido una de las mayores obras literarias del pasado siglo.
Estos poemas de Alberti, desde luego, no son el mismo caso, ni tienen apenas trascendencia en su obra. O en el conocimiento de su vida.
Uno de los tres poemas, el llamado "Es una frente la que hoy pide auxilio", tiene toda esa intención provocadora, transgresora, de un joven recién convertido al ateísmo. Rafael, que tantos ángeles cantara, que recordara toda la vida, los ritos y los santorales cristianos, se muestra como un ingenuo blasfemo. También como un experto en meadas, algo que acompaña toda su vida y su obra.
En fin, no sé si es muy necesario rescatar ese poema que termina con estos versos:
"¿Qué buscas hacia el este si el mar es el último gargajo desprendido del Gran Ano Supremo?
Lloro y me la meneo ante los sagrados cojones de la Virgen."
Después de escribir esto se marchaba con la no virgen de Maruja Mallo. Y juntos pensaban en más blasfemias. Por ejemplo, que Maruja entrara desnuda en medio de una misa de doce. Eran como niños, perversos y blasfemos. El poeta todavía estaba en pañales.