Javier Rioyo
Cuando el albañil Antonio Pérez dio ese golpe con su pico en aquella pared del "sobrao" de una casa en Barcarrota hizo un agujero en un libro del siglo XV. El libro se llama "Alborayque". Es una castellanización de Al-Burag, nombre del animal que trasportó a Mahoma hasta el Séptimo Cielo. Quedó dañada por un pico la ilustración de ese fabuloso animal que no es caballo, ni mulo, ni macho, ni hembra… Así la palabra Alborayque sirvió para insultar a los conversos que no eran ni cristianos ni judíos. Fabuloso animal que hubiera encantado a Borges, Cunqueiro, Perucho, Serra y otros de nuestros escritores de zoologías fantásticas. En el texto de ese libro sin fecha, ni impresor encontrado en compañía de otros en una casa de Barcarrota, se dice que es "menor que caballo y mayor que mulo. Tiene rostro de caballo, ojos de hombre, orejas de perro, cuerpo de buey, una pierna de águila, otra de hombre, otra de león sin uñas, la punta de la cola es una cabeza de grulla, las riendas son espadas y el freno de fuego encendido…". ¡Cuántas maravillas nos hemos perdido los que hemos nacido en unos tiempos sin animales mitológicos!. Por no quedar, ya no quedan ni unicornios.
Así, "Alborayque" se llama una nueva revista que quiere ser, que ya es, un nuevo espacio de encuentro en torno al mundo del libro. Y, como debe ser, comienza por esa fabulosa, pequeña y de enorme valor, llamada la biblioteca de Barcarrota. Los preciados libros que escondió en su casa el médico judío converso Francisco de Peñaranda, cuando en 1557 tuvo que salir precipitadamente para salvarse de la Inquisición. Negra historia, una más de la historia de España. Historia de libros perseguidos, prohibidos, quemados.
Felizmente también los hubo que se pudieron salvar como éstos de Barcarrota. El día que el albañil dañó, sin querer esa joya del llamado "Alborayque", también sacó a la luz ejemplares en perfecto estado como dos de Erasmo, el manuscrito erótico de " La Cazzaria ", unas quiromancias de Tricasso y esa rareza del Lazarillo en ejemplar único editado en Medina del Campo.
En un pequeño pueblo extremeño, hace casi quinientos años, un ilustrado habitante leía poesía, al pícaro de Lázaro, se entretenía con astrología y cartomancia, reposaba con Erasmo o jugaba a los exorcismos.
Apenas una docena de tesoros que una vez tuve en mis manos, gracias a la amabilidad de Justo Vila, escritor, bibliotecario y ahora director de esta revista. En aquellos días, además de al profesor Serrano Mangas, el que supo aclarar la identidad del propietario de la biblioteca, tuvimos cerca de Sánchez Paulete, erudito y cercano, que desde hace tiempo echamos de menos en éste blog. No solo se nos extravían, se nos pierden algunos libros, también algunas personas. Lo sentimos.