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AUSTER Y ALMODÓVAR, ESA PAREJA FELIZ Y PREMIADA

Por 19 de octubre de 2006 Sin comentarios

Javier Rioyo

Las familias felices no tienen historia. En la pareja de Paul Auster y Pedro
Almodóvar  habrá que buscar fisuras, rincones oscuros, tormentos interiores o soledades de la fama para que esta pareja triunfadora tenga historia. Ambos son creadores reconocidos, admirados, millonarios y cosmopolitas que siguen haciendo literatura o cine universal sin haberse tenido que mover de sus barrios. Auster es Brooklyn, Almodóvar es Madrid. Después son otras muchas cosas, pero son dos creadores que han usado y necesitado de su ciudad para su creación. En Auster habrá que sumarle Nueva Jersey, la Universidad de Columbia,  Europa y, por supuesto París. En Almodóvar habrá que recordar La Mancha, Extremadura, el trabajo en Telefónica o la vida en los extrarradios madrileños. Pero en ambos hay una fidelidad al lugar central de sus vidas, a unas cuantas calles, unos  barrios que componen un universo completo y complejo desde el cual se nos cuenta el mundo.

Auster, ya se recordó cuando conocimos la noticia de que le había sido concedido el Premio Príncipe de Asturias, nos llegó desde Asturias. En aquellos años, en los felices ochenta, algunas periferias eran el centro. Y Juan Cueto era nuestro particular avisador de modernidades, de  nuevas literarias y otras mitologías contemporáneas que procedían de un mundo llamado Euyork. Y de ese Euyork ideal imaginado por Cueto venía inaugurando una colección de la editorial Júcar, “Etiqueta rota”, un tal Paul Auster. Así  nos encontramos por primera vez con un atractivo y cercano novelista que parecía caído de Brookyln. Después llegaron  Jerome Charyn, Christopher Frank y otros que eran más o menos jóvenes, muy urbanos, cinéfilos y fieles modelos de ese estilo que deberían tener los ciudadanos euyorkinos.

Algunos sobrevivientes de la movida y sus alrededores queríamos ser ciudadanos de euyork. Auster era el mejor modelo. Su primera novela de la trilogía neoyorkina, La ciudad de cristal, era lo que estábamos buscando en nuestros contemporáneos. Somos tan diferentes de Paul Auster y su mundo, y sin embargo encontrábamos afinidades en sus historias, en su mundo de misterios tan cercanos, en lo negro, en las irrupciones del azar o en la importancia de lo inesperado. Su metrópolis era nuestra metrópolis.

Paul Auster habría podido ser diferente, más cercano a nuestra cultura, al Madrid democrático, pero prefirió Francia. Una española, una querida amiga española y neoyorkina tuvo parte de culpa. Cuando Auster era un joven estudiante de la Universidad de Columbia se apuntó a la clase de francés y se apasionó por Baudelaire, Rimbaud o Verlaine. El azar y el poco caso que le hacía la española que tenía enamorado al joven Auster decidieron su futuro cultural. Todo podría haber sido de otra manera si Isabel García Lorca -sobrina del poeta nacida en el exilio neoyorkino-, una delicada, guapa, rubia y divertida española hubiera aceptado algunas de las propuestas  con las que el joven de Nueva Jersey tiraba los tejos a la sobrina de Federico. Auster habría venido a pasar los veranos a Madrid, Granada, Nerja o Meco. Habría aprendido español, conocido a los poetas del 27, habría admirado a Góngora, incluso a Galdós o a Baroja -como tanto le gustaría a mi amigo el novelista y reescritor de la historia de la literatura española, Rafael Reig, también asturiano.

Incluso, Auster se habría cruzado con Almodóvar, podría haber colaborado en La Luna o en El País. Se habría tomado unas copas en el Cock o habría bailado con las disparatadas canciones de Almodóvar en El Sol de Jardines. Seguramente habrían encontrado muchos argumentos para trabajar juntos en el cine Almodóvar y Auster. Serían amigos y fotografiados por Pérez Mínguez o por Chema Prado. Los dos habrían coincidido con el editor Herralde, que ahora sigue siendo el editor de ambos y el paseante feliz con la pareja que no pudo ser por las calles de Oviedo.

El azar dijo no. Bueno, más que el azar, Isabel García Lorca. No hace mucho me encontré con la amiga de Auster -y para mi fortuna también amiga mía- y me recordó aquellos años lejanos de compañera de clase con Auster. Ni por lo más remoto se le ocurrió pensar que aquel chico de ojos acuosos, aquel agradable y un tanto tímido muchacho de Nueva Jersey, aquel jovencito del que no se conocían habilidades de escritor, se fuera a convertir en uno de los escritores de referencia de los últimos años. Isabel estaba a otras cosas, a sus actuaciones teatrales, sus bailes contemporáneos o al estudio de la compleja mente de los seres humanos. Muchos años después, más o menos treinta años, acudió a una charla abierta que en el Círculo de Bellas Artes de Madrid  mantenían Auster y Herralde. Cuando Isabel se acercó a saludar a Auster con la duda de si sería recordada, el escritor dio muestra de alegría, de conocer y tener muy presente a esa hermosa española que un día le dijo no. Se fueron a cenar en compañía de amigos y con la familia de Auster que celebraba su cumpleaños. Las felicitaciones cantadas corrieron a cargo de la post-adolescente hija de Auster; parece que ya algunos adivinaron que aquella joven que dedicó unas canciones a su padre sería una estrella. Es guapísima canta y actúa. ¿No sería perfecto que Almodóvar, compañero premiado de Auster en Asturias, le diera un papel a la hija de su colega en su próxima película?

Algunas veces el azar tiene músicas que nos pueden resultar muy amables.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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