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Un año en los bosques

Por 28 de septiembre de 2016 Sin comentarios

Javier Fernández de Castro

Sue Hubbell es bióloga de formación, hija de un botánico y nieta de una naturalista vocacional que supo transmitir a sus hijos y nietos su pasión por los seres vivos y los espacios abiertos. Con tales antecedentes, que haya terminado viviendo en los bosques y escribiendo libros sobre la naturaleza parece algo perfectamente lógico. Pero, debido a las quisicosas de la vida laboral y a las inevitables concesiones para conservar el equilibrio familiar (tenía un hijo pequeño al que criar y educar y encauzar en la vida), antes de que ocurriera lo que parecía inevitable a Sue Hubbell le tocó ejercer durante muchos años de librera y bibliotecaria.  

                Pero en 1973 decidió que había llegado el momento de darle un giro radical a su vida y de común acuerdo con su marido  compró una finca de 40 Ha situada en un remoto rincón de los boscosos y casi deshabitados Montes Ozarks, en Missouri. No obstante, si la excusa primera del matrimonio Hubbell para ir a caer en semejante lugar era el deseo de apartarse del mundanal ruido, una vez allí descubrieron que al cabo de treinta años juntos ya no tenían nada más que decirse y Paul, el marido, decidió volver al denostado ruido mientras que Sue, la esposa, optó por hacerse cargo de la finca, la casa y los dieciocho millones de abejas (sí, dieciocho) alojadas en las colmenas repartidas  por los bosques vecinos.

Pero quien piense que Un año en los bosques es el relato lastimero de una pobre mujer sin recursos y abandonada en medio de la nada se equivoca de medio a medio. Para empezar, una vez al año la supuesta indefensa mujer carga su furgoneta hasta los topes con la cosecha de miel y aprovecha los viajes en busca de clientes para, poner un ejemplo, llevar un recuento de las mejores pies que ofrecen los restaurantes de carretera, ello por no hablar de su visita a la  feria anual  de magos en Colon, Michigan, o su paso obligado por el National Bowlings Hall of Fame de Missoruri.

Incluso el título del libro es engañoso porque si bien el contenido  está estructurado como si fuera el recuento de lo ocurrido entre una primavera y la siguiente, lo que Sue Hubbell ofrece es la experiencia de toda una vida en contacto con una naturaleza entendida no como un escenario edulcorado y pastoril sino como un todo repleto de alianzas  y competencias y pequeños o grandes dramas que se convierten en relatos apasionantes porque la empatía de la autora por las criaturas vivas que la rodean es tan contagiosa como su entusiasmo: lo mismo da que se trate de los coyotes que le matan las gallinas, los murciélagos anidados bajo el tejado del almacén, las serpientes que se le cuelan en el dormitorio, las termitas que se le están comiendo los cimientos de la cabaña o los perros que ella hereda o recoge en situación desesperada.  Todo es material literario de primer orden para una fina y comprometida observadora que encima lleva largos años colaborando asiduamente en publicaciones tan prestigiosas como el New Yorker, el New York Times o el Washington Post. Y como si no tuviera suficiente con haberse hecho cargo de todos los bichos y plantas y mariposas y demás seres vivos que viven o que aciertan a pasar por los montes Ozarks, y puesto que los viajes comerciales y de visitas o las colaboraciones periodísticas no alcanzan a tenerla del todo ocupada, también colaboró hasta su cierre  con una publicación tan estrambótica como era el Weekly World News, un tabloide al que sus propios editores comparaban con la “Legion Extranjera del periodismo americano” porque parecía el último recurso para los escritores más frikis del país y sus historias alucinantes.

Ocasionalmente, y por lo general  cuando el lector menos lo espera, Sue Hubell se embarca como quien no quiere la cosa en peripecias tan inconmensurables como la de unos ácaros que tienen una curiosa propensión a desovar en el oído de una polilla. Puesto que son más de uno los que hacen responsable al pobre animal del futuro de la especie, y dado que si desovaran en los dos oídos dejarían sorda a la polilla y ésta quedaría a merced de los murciélagos, los primeros en llegar dejan unas marcas a la entrada del otro  oído para que los próximos ácaros en llegar sepan que habrán de buscar otra víctima. Lógicamente, y pese al creciente asombro que provocan tan extrañas estrategias,  el lector no deja de preguntarse mientras lee quién diablos dedica su tiempo de estancia en este mundo a estudiar a los ácaros y sus azarosas costumbres reproductivas. Pero Sue Hubbell tiene respuesta incluso para tan nimia cuestión, pues todo lo que ella sabe sobre las polillas y su involuntaria aportación a la supervivencia de los ácaros se lo debe al primo Asher, profesor de la Universidad de Missouri quien, bien se ve, no sólo dispone de tiempo para seguir la pista a esos minúsculos seres una vez consumado el apareamiento sino que se gana la vida con ello porque luego lo transmite a sus alumnos. Puestos a plantear cuestiones ociosas cabría preguntarle al primo Asher,  una vez que la prima Sue Hubbell les ha pisado la historia, qué utilidad les reportan a los  alumnos los hallazgos que él les dicta en clase. Pero ya digo que es una cuestión ociosa.

 

 

 

 

Un año en los bosques

Sue Hubbell

Traducción de Miguel Ros González

Errata Nature

 

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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